domingo, 12 de enero de 2014

"Permanezcamos con confianza en los brazos de la misericordia divina y de la Madre de esta misericordia”. (Carta 687 - 17 Mayo 1833. Al P. Lalanne)


La chamifrase de la semana 112 – Domingo 12 de enero
"Permanezcamos con confianza en los brazos de la misericordia divina y de la Madre de esta misericordia”. (Carta 687 - 17 Mayo 1833. Al P. Lalanne)

El Padre Chaminade contesta con una mirada compasiva y con ternura paternal a una carta del Padre Lalanne, uno de sus primeros discípulos, que tanto le ha hecho y le hará sufrir, pero que también una y otra vez vuelve a reconocer sus errores y a confesar arrepentido su debilidad personal. 

Guillermo José, que conoce su corazón, parte de la propia experiencia interior de Lalanne, y afirma: Una línea de su carta me parece que debe ser resaltada: "Todos mis presentimientos son negros... he ofendido demasiado a Dios".  Ante esa declaración, bien podría el Fundador haberle dicho: Te lo advertí, tantas veces te pedí que recapacitaras, esto te pasa por ser soberbio y no escuchar, y por tus culpas bien merecido tienes este tiempo de oscuridad y desolación.  Pero no.  Le responde desde su propia experiencia interior (notemos que se implica en el consejo hablando en “nosotros”): “Permanezcamos con confianza en los brazos de la misericordia divina y de la Madre de esta misericordia”, sin negar la realidad de nuestro pecado y sus consecuencias, y por eso agrega: “con sumisión a todos los efectos de su justicia, por terrible que sea la justicia, porque los efectos son atemperados por la misericordia!”

Y vuelve a recordarle: “¡Oh! sí, querido hijo, le seguiré diciendo; haga la voluntad de Dios; es el cumplimiento de esa muy justa y muy amable voluntad, la que lleva la paz y la alegría al alma”. Y ¿cuál es “la voluntad de Dios” que cumpliéndola te llena de paz y de alegría? Sencillamente el volver a Él y permanecer en sus brazos de misericordia. Porque somos sus hijos, y Él no deja de esperarnos y recibirnos con su ternura.

El Papa Francisco nos lo recuerda permanentemente desde el inicio de su pontificado, y lo reafirma con estas palabras que son una invitación siempre actual: Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil

maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a

perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!”(Evangelii Gaudium 3)

Animados por el Papa Francisco renovemos en nuestra vida la invitación de nuestro Padre y Fundador: “Permanezcamos con confianza en los brazos de la misericordia divina”… con la ayuda siempre presente  “de la Madre de esta misericordia”.

 

A través de la “oración del corazón”, permanezcamos con confianza y serenidad en los brazos de la misericordia divina, repitiendo pausadamente en nuestra mente y en nuestro corazón, en diversos momentos del día:

 

En tus brazos estoy, Señor

En tus brazos quiero permanecer.
                                                                                               AT sm

 

 

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