jueves, 19 de diciembre de 2013

“¡Qué fuerte somos cuando Nuestro Señor Jesucristo está con nosotros!... “Esposo”, nos llena de sus divinas caricias y nos defiende de las seducciones del mundo.”

La chamifrase 101 – 19 de diciembre – NOVENA DE NAVIDAD  4

“¡Qué fuerte somos cuando Nuestro Señor Jesucristo está con nosotros!... “Esposo”, nos llena de sus divinas caricias y nos defiende de las seducciones del mundo.”

El Padre Chaminade reconoce en Jesús al Amado, siguiendo la tradición espiritual y mística cristiana que ha reconocido en el Señor al Esposo con quien “el alma se desposa en lo profundo de nuestro ser”.  Recordemos además el antecedente bíblico del libro del Cantar de los Cantares, que los Padres de la Iglesia han siempre referenciado a la relación íntima de Jesucristo con su Iglesia.
El Padre Chaminade, muchas veces dirigiéndose a sus hijas espirituales, como es el caso de este texto perteneciente a una carta a la Tercera Orden de las Hijas de María, les invita a vivir plenamente su relación con el Señor, el Esposo que les ama con fidelidad. Pero también lo aplica para todos teniendo en cuenta, como decíamos antes, el tema de la relación íntima del “alma interior de cada persona con Jesús”. 
Hoy día, nos llama la atención este lenguaje y nos puede costar entenderlo, pero lo importante es reconocer en el Señor esas características que se desprenden del título de “Esposo” que la mística cristiana le ha conferido desde una larga tradición espiritual.
En primer lugar el amor del Amado que se nos regala incondicionalmente.  El amor de Jesús no es un amor por conveniencia y o buscando una respuesta a cambio, como nos suele pasar a nosotros. El amor de Jesús solo necesita que abramos nuestro corazón a su Presencia para transformar nuestras vidas.  El amor de Jesús expresa su pureza y su plenitud en su fidelidad.  Él nos ha amado, nos ama y nos amará siempre.  No nos ama más si “nos portamos bien” ni nos quita su amor “si nos portamos mal”.  Su amor es pleno, total, paciente, y sin condiciones.
Jesús “Esposo”, nos “llena de sus divinas caricias”.  Las caricias son una expresión del amor.  Las caricias reconocen y fortalecen la identidad de la persona que la recibe.  Las caricias sanan las experiencias de dolor y las heridas que la violencia y la agresión pueden haber dejado en nuestras vidas.  Las caricias nos invitan a abandonarnos en las manos de quien nos ama plenamente, como un niño pequeño en brazos de su madre. Jesús también quiere regalarnos sus caricias que expresan su amor, que sanan y nos devuelven nuestra capacidad de amar. Jesús nos ofrece sus caricias de diversas maneras en nuestra vida….pero nosotros... ¿nos dejamos acariciar por él? ¿nos animamos a presentarnos “desnudos” ante Él para recibir sus caricias de amor y sanación?
Jesús Esposo, también “nos defiende de las seducciones del mundo”. Y eso también hoy nosotros lo necesitamos.  No se trata de una cuestión retrógrada de ver en el “mundo” todo lo malo y pecaminoso de donde hay que escapar para no ser tentado”. Se trata de ser conscientes que vivimos en un mundo donde hay muchas “seducciones” como el individualismo, el consumismo, el exitismo, el pisotear a otros para subir un puesto más alto, la competitividad feroz,… que en nombre del derecho a la propia felicidad, el desarrollo personal, la libertad y las opciones personales … nos desvían del camino del amor al que el Evangelio de Jesús nos invita.  Vemos que esto es una realidad, pero… ¿nos dejamos “defender” por Jesús de las “seducciones del mundo” y nos animamos a vivir con honestidad aquello que profesamos? ¿O dejamos la fe por un lado y por otro nuestra “vida personal”?
Nuestro Padre y Fundador hoy nos invita a reconocer en Jesús al “Esposo” y abrirnos a la experiencia profunda y transformadora de su amor.  Así él también que es siempre fiel, “nos llena de sus divinas caricias y nos defiende de las seducciones del mundo.”.

Oremos cantando con esta hermosa y profunda canción de C. Segura:

Amame Señor, quiero recibir
ese gran amor que es para mí,
ven tu sobre mí y hazme al fin sentir
esa vida dulce, vida en ti Señor.
Ven y ámame, ven y ámame.
Quiero recibir todo tu amor.
Ven y ámame, ven y ámame.
Te abro al fin las puertas de mi corazón.


ATsm


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