domingo, 4 de agosto de 2013

“No podrás, querido hijo, trabajar seriamente en el asunto de tu salvación y hacerlo de manera eficaz, más que desprendiéndote de los bienes de este mundo y cumpliendo con honestidad toda justicia.”(Carta S 959 bis – 30 abril 1837 – Al Sr. Soleil, padre)


Las chamifrases de la semana en el Año de la FE
 
La chamifrase de la semana 79 – Domingo 4 de agosto 2013

 No podrás, querido hijo, trabajar seriamente en el asunto de tu salvación y hacerlo de manera eficaz, más que desprendiéndote de los bienes de este mundo y cumpliendo con honestidad toda justicia.”

(Carta S 959 bis – 30 abril 1837 – Al Sr. Soleil, padre)

El Padre Chaminade no duda en meterse con un tema difícil como es el de los bienes y el dinero.  Y no lo hace solamente en forma retórica. Se está dirigiendo a alguien que le insiste con pretensiones económicas que ya fueron suficiente y justamente pagadas en concepto de indemnización y otros asuntos varios.

El tema de los bienes y su uso, ha sido un tema conflictivo para los cristianos desde el comienzo.  Jesús es claro y lo demuestra con su propia vida.  Los Padres de la Iglesia han predicado hasta el cansancio que los bienes de esta tierra son para que todos tengan una vida digna y no sólo para que lo disfruten unos pocos. Los siglos han ido licuando el mensaje evangélico, focalizando la “pobreza” como una característica de los religiosos que siguen a Jesús “más radicalmente” y en nombre del respeto a los derechos de la persona se ha dejado lugar a la supremacía del derecho a la propiedad más que el deber de la solidaridad y la comunión.

En la zona oscura del corazón humano está presente la raíz de la avaricia y el deseo de apropiarse de todo lo posible, que en una sociedad capitalista y consumista como en la que vivimos, puede llegar a convertirse en ideal de vida.

Vivimos preocupados y ocupados por tantas cosas que no pueden darnos la verdadera felicidad.  Y no se trata solamente de dinero, también gastamos tanta energía, tiempo,…gastamos ¡tanta vida! en lograr conseguir ese reconocimiento por lo que tenemos y por lo que aparentamos ser y tener.  Y esto no es una oposición a una justa preocupación por tener lo justo y necesario para poder vivir una vida digna y una adecuada compensación por el esfuerzo  y el trabajo cotidiano, poder ofrecer oportunidades de crecimiento a los hijos y disfrutar también agradecidos de las posibilidades de descanso y esparcimiento.

Vivimos en una sociedad en la que cada vez “necesitamos más” para estar bien, para estar mejor, para ser felices. Y en el camino, más de una vez los “bienes” que nos abren la puerta a la “salvación” verdadera van quedando para otro momento.  Esos bienes que no se pudren ni se los come la polilla o la inflación, van quedando en lista de espera.  Esos bienes están llamados a ser nuestra verdadera riqueza.  Y entre ellos Jesús, el Señor, que nos invita a recibir su Reino como nuestra mayor riqueza.

Y no se trata ahora de “vivir fuera de la sociedad”, porque sería justamente contrario a la fuerte dimensión de la encarnación de la vida cristiana.  Se trata de usar y disponer de los bienes materiales “desprendidos” de ellos, para que los bienes que efectivamente pueden regalarnos Vida en abundancia encuentren lugar en nuestra vida interior, en nuestras relaciones con los demás, en los criterios que utilizamos para definir nuestros proyectos personales y comunitarios, y colaboren en la construcción del Reino de Jesús.  En este contexto, la solidaridad y el compartir con los que menos tienen,  no se queda en el cumplimiento de un deber de la caridad cristiana, sino que promueve la manifestación de una vida más plena para todos.

Dejémonos interpelar por Guillermo José, que nos invita también a nosotros a desapegarnos de los bienes materiales para poner el fundamento de nuestra vida en los bienes que no se apolillan ni se gastan.

 
Señor Jesús,

Vos llamaste felices y bienaventurados

a quienes tienen alma de pobres

porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Vivimos en una sociedad que pone el ideal de la felicidad

en los bienes materiales que se poseen.

Danos Señor el don del discernimiento para saber valorar

y ser agradecidos por los bienes que nos permiten una vida digna.

Fortalécenos con tu gracia para que podamos vivir “desapegados”

y así hacerle lugar en nuestra vida a los bienes que son el

auténtico fundamento de nuestra felicidad,

porque la verdadera riqueza no se apolilla ni se gasta,

la verdadera riqueza es tu Vida en abundancia.

Amén

                                                                          AT sm
 

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