jueves, 15 de agosto de 2013

“Navegamos por un mar proceloso, pero evitaremos los escollos si tenemos la mirada fija en la estrella que nos guía: Respice stellam, voca Mariam" (Carta 1281 - 13 noviembre 1843. Al P. León Meyer).”


Las chamifrases de la semana en el Año de la FE

 La chamifrase de la semana 82 – ESPECIAL – 15 de agosto de 2013 –

FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

 
“Navegamos por un mar proceloso, pero evitaremos los escollos si tenemos la mirada fija en la estrella que nos guía: Respice stellam, voca Mariam”

                                            (Carta 1281 - 13 noviembre 1843. Al P. León Meyer).
 

En esta frase de una carta del Padre Chaminade al P. Meyer, uno de los marianistas que supo captar en profundidad el espíritu marianista del Fundador, se condensa tanto su mariología como su gran confianza en la presencia de la Virgen María en nuestra vida.

En primer lugar tenemos que recordar la impronta “guerrera” de la mariología chaminadiana. La Virgen María tiene hoy una misión, especialmente en medio de las tormentas del mundo, y tiene reservada en nombre de su Hijo la victoria en la lucha contra el mal. Es por eso que en las dificultades y las tempestades Ella con su presencia salva nuestra fe del naufragio. Guillermo José no sitúa la presencia de María en un mundo de ángeles y olores de rosa, sino en medio del mundo en el que nos toca vivir, porque allí se juega hoy la misión que abre puertas a la irrupción del Reino de Jesús.

 

En segundo lugar, y como consecuencia de su visión mariológica, el Padre Chaminade vive de corazón una gran confianza filial en María, lo que le permite seguir fiel a su vocación a pesar de las dificultades que experimenta especialmente en la última década de su vida.  Todos pueden abandonarlo, pero sabe que María no lo va a dejar solo.  Ella es la estrella que nos guía, Modelo de nuestro peregrinar en la fe, y también es la Madre que nos sostiene y anima para seguir adelante.

 

Respice stellam, voca Mariam: Mira a la estrella, invoca a María.  Un lema que Guillermo José repetía para sí y para los demás habitualmente, tomado de la hermosa exhortación de San Bernardo.  Renovemos con nuestro Padre y Fundador, nuestra confianza filial en la presencia de María en nuestra vida y en nuestra misión.  Lo hacemos tomándonos el atrevimiento de convertir en oración las enseñanzas de San Bernardo antes mencionadas:

 

Si se levantan vientos de tentaciones

o tropiezo en escollos de grandes pruebas,

miro la estrella, te invoco María.


Si me zarandean olas de orgullo o detracción

y me hunden emulaciones ambiciosas,

miro la estrella, te invoco María.


Si la ira, la avaricia, el deleite carnal,

sacuden la navecilla de mi alma,

te miro María.

 
Si turbado ante la memoria de mis enormes culpas,

confuso ante la vista de mi horrible conciencia,

aterrado ante la idea del juicio,

soy absorbido en la sima sin fondo de la tristeza

o en el abismo de la desesperación,

pienso en Ti, María.
 

En los peligros, en las dificultades, en las dudas,

pienso en Ti, María.

 
No te apartes de mi boca,

no te alejes de mi corazón,

que no olvide los ejemplos de tu vida.

 
Siguiéndote no me desviaré;

invocándote, no me desesperaré;

pensando en Ti, no me equivocaré.

 
Si Tú me sostienes, no caeré;

si Tú me proteges, nada podré temer;

si Tú me guías, no sentiré la fatiga;

si Tú me amparas, llegaré a la meta.

Amén

                                                          AT sm

 
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