domingo, 1 de junio de 2014

“No pretendo humillarte, ni humillar a tus colaboradores, pero sí despertarlos de esa especie de sopor en que parecen haber caído, y recordarles lo que son:… son unos auténticos misioneros”. (725 - 7 febrero 1834. Al P. Chevaux).


La chamifrase de la semana 120 – Domingo 1 de junio – Ascensión del Señor

“No pretendo humillarte, ni humillar a tus colaboradores, pero sí despertarlos de esa especie de sopor en que parecen haber caído, y recordarles lo que son:… son unos auténticos misioneros”.  (725 - 7 febrero 1834. Al P. Chevaux).

 
El Padre Chaminade no pierde ocasión para recordar a sus discípulos que allí donde estén o sea cual sea su ocupación, siempre y en todas partes son misioneros. En este caso le pide al P. Chevaux que recuerde a sus hermanos de comunidad, dedicados a la educación de la juventud, que “la enseñanza sólo es un medio, del que nos valemos para cumplir nuestra misión, para infundir por todas partes el espíritu de fe y de religión y para multiplicar los cristianos”

El paso del tiempo que sigue al entusiasmo misionero inicial, las ocupaciones cotidianas y su rutina, el desgaste y las dificultades en la tarea encomendada, la comprobación de las propias limitaciones y ambigüedades, … muchas veces nos hacen perder de vista desde dónde venimos y hacia dónde vamos, y necesitamos como aquellos primeros marianistas que nuestro Fundador también nos movilice con su llamado de atención: “No pretendo humillarte, ni humillar a tus colaboradores, pero sí despertarlos de esa especie de sopor en que parecen haber caído, y recordarles lo que son:… son unos auténticos misioneros”

“Ser auténticos misioneros”, eso es lo que somos y así tiene que manifestarse nuestra vocación cristiana y marianista si es auténtica.  Basta recordar las últimas palabras de Jesús a sus discípulos en su despedida: Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28,19). La vocación misionera no es algo añadido a nuestra vocación cristiana y marianista sino que es constitutivamente esencial a la misma.  No se puede ser cristiano y marianista sino se es misionero.  

Por eso es necesario una y otra vez volver a encontrarse con nuestra identidad misionera y volver a entusiasmarse con ella.  El Papa Francisco nos lo recuerda permanentemente actualizando el envío de Jesús, invitándonos a “salir”: “Hoy, en este «Vayan» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

 De la mano de nuestro Padre y Fundador volvamos a recuperar nuestra vocación misionera y volvamos a comprometernos con la misión que se nos ha dado, así también contagiaremos a los demás: Penétrate bien de estos sentimientos y procura inculcarlos en los corazones de tus Hermanos y de tus colaboradores. Todos son misioneros, cumplan su misión”

 

Señor Jesús,

hoy sigue resonando en nuestro corazón

aquel mandato dirigido a los apóstoles:

“¡Vayan!”,

que renueva en nosotros la conciencia

de nuestra propia identidad:

somos misioneros.

 

Señor Jesús,

la rutina, las dificultades, el desgaste del camino

nos hacen enfriar ese ardor misionero,

esa necesidad interior y genuina de salir

de nuestros propios cómodos encierros

para anunciar con entusiasmo y alegría

la Buena Noticia del Reino.

 

Señor Jesús,

queremos seguir escuchando tu mandato

“¡Vayan!”.

que nos despierte del sopor de la rutina

y nos ponga una y otra vez en camino,

recuperando a cada paso aquello que somos:

“unos auténticos misioneros”

 

Amén

 

AT sm

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domingo, 11 de mayo de 2014

“Llamamos generosidad y sacrificio al hecho de consagrarse a Dios, como si uno perdiese algo al entregarse a Aquél que se le da a cambio. No es sacrificio, es una ganancia. ¡Y vaya ganancia, santo cielo, pues se consigue, ya aquí abajo, la divinidad misma y la felicidad!” . Carta 1190 - 9 febrero 1840. Al P. Perrodin).


La chamifrase de la semana 119 – Domingo 11 de mayo de 2014
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

“Llamamos generosidad y sacrificio al hecho de consagrarse a Dios, como si uno perdiese algo al entregarse a Aquél que se le da a cambio. No es sacrificio, es una ganancia. ¡Y vaya ganancia, santo cielo, pues se consigue, ya aquí abajo, la divinidad misma y la felicidad!” . Carta 1190 - 9 febrero 1840. Al P. Perrodin).

 No es nuevo considerar  la consagración a Dios en la vida religiosa como un sacrificio que implica renuncias muy profundas.  Para muchos ha sido y sigue siendo la razón de la reducción tan significativa en las vocaciones religiosas.  Y de hecho se afirma que si se dejaran de exigir algunas de esas “renuncias” subiría automáticamente el número de vocaciones de especial consagración en la Iglesia.

Guillermo José, nos invita a reencuadrar nuestra mirada. No es en el “sacrificio” donde hay que poner el foco sino en la “ganancia”, que es la que da la razón de ser de una vocación consagrada: la entrega generosa dedicando el corazón y la vida entera a Jesús y a su Proyecto del Reino, sirviendo especialmente a los que más sufren. Esto es lo que define y da consistencia a las vocaciones consagradas y no el sacrificio y las renuncias prescriptas.  Claro que cuando falta el núcleo fundante, que no es una mera compresión teológica o un deseo piadoso, sino una experiencia única y existencial que implica una llamada y una respuesta, los medios (“las renuncias”)  se convierten en fines que por sí mismos son insostenibles y no pueden configurar un proyecto de vida que busca como todo  camino humano encontrar el horizonte de la felicidad.

El Padre Perrodin, ya era sacerdote, y durante años había esperado el permiso del Obispo para ingresar a la Compañía de María.  El Padre Chaminade le escribe en vísperas de sus primeros votos religiosos como marianista, recibiéndolo con gran alegría, y explicitando su alta estima de la consagración a Dios por la profesión religiosa.  Esta consideración la encontramos desde el inicio de la Familia Marianista.  Primero en el acompañamiento de aquellos jóvenes que formando el “Estado” (y viviendo como religiosos con votos privados) acompañaban las congregaciones marianas. Y finalmente, y luego del encuentro con Adela, en la fundación de los Institutos Religiosos.

Nuestros Fundadores consideraban la vida religiosa marianista en el corazón de nuestra Familia, como testimonio y signo elocuente de nuestra identidad carismática.

Seguramente, y en sintonía con una necesidad sentida en toda la Iglesia, la vida consagrada marianista tendrá que seguir consolidando su renovación en modos y formas, encontrando nuevos caminos para vivir hoy en el siglo XXI una vocación que en nuestro caso adquiere su sentido pleno en el seno de una Familia.

De la mano de Guillermo José, todos debemos convertirnos en agentes de Pastoral Vocacional, comenzando por comprender y valorar las vocaciones religiosas marianistas desde la “ganancia” y no desde las supuestas pérdidas.  En muchos de nuestros ámbitos la vida religiosa marianista está más presente en las anécdotas del pasado que en nuestra preocupación por sostener la que nos acompaña en el presente o en crear espacios propicios para el surgimiento de nuevas vocaciones para el futuro.

Nos conformamos constatando las características del mundo en el que vivimos y afirmando que las mismas no favorecen de ninguna manera nuevas vocaciones religiosas.  Hemos conocido también tantos “fracasos” y abandonos, que nos cuesta a veces reconsiderar el valor de la entrega generosa y de la fidelidad perseverante.

Dejemos que nuestro Padre y Fundador nos vuelva a entusiasmar con el significado y el valor insustituible de la presencia de vocaciones consagradas por la profesión religiosa en nuestra Familia Marianista. Convirtámonos en promotores de una vida religiosa desde una mirada positiva y plena de sentido. Y no dejemos de orar con insistencia al Señor para que nos regale vocaciones religiosas marianistas:

 

"Señor, Tu que acompañas siempre

a tu pueblo peregrino,

y que nos regalaste el carisma marianista

a través del beato Gullermo José Chaminade y la Madre Adela,

te pedimos que toques

el corazón de los jóvenes

que estás llamando

a la Vida Religiosa marianista.

María, Madre de la juventud,

ayúdalos a responder con generosidad.

Ponemos también en tus manos

a los que ya han respondido,

para que sean fieles signos,

testigos y constructores del Reino,

en medio de los jóvenes y los pobres.

Amén."

                                                                        AT sm

 

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miércoles, 7 de mayo de 2014

“En cuanto a los reproches de la conciencia sobre el tiempo perdido o mal empleado en la oración y el examen, ejercicios en que el espíritu se engaña tan a menudo, es preciso arrepentirse del pasado y arreglar el presente y el porvenir. No hay que entretenerse en discutir sobre si se merecen más o menos reproches. Hay que ir a las Reglas sobre la oración y el examen, y formar sus hábitos según esas Reglas sin querer buscar otras”. (Carta 83 - 14 de enero de 1817. A la Madre Adela)

La chamifrase 118 – Miércoles 7 de mayo de 2014 – Taller de Oración XI

“En cuanto a los reproches de la conciencia sobre el tiempo perdido o mal empleado en la oración y el examen, ejercicios en que el espíritu se engaña tan a menudo, es preciso arrepentirse del pasado y arreglar el presente y el porvenir. No hay que entretenerse en discutir sobre si se merecen más o menos reproches. Hay que ir a las Reglas sobre la oración y el examen, y formar sus hábitos según esas Reglas sin querer buscar otras”. (Carta 83 - 14 de enero de 1817. A la Madre Adela)


El último paso del “método común” que el Padre Chaminade proponía a sus seguidores, es el examen de la oración.  Notamos en este aspecto la influencia ignaciana en su formación espiritual.  Para mantener las disposiciones adquiridas en la oración vamos pasando con quietud y calma a las exigencias de la vida cotidiana, en ese momento el “examen de la oración” nos ayuda a “evaluar” el tiempo dedicado a la oración y sobre todo nos entrena para que en la próxima oportunidad lo podamos vivir con mayor profundidad.

Lo dejamos a Guillermo José que él mismo nos explique de qué se trata:

“Un ejercicio tan importante como la oración vale bien la pena de que se le asegure el éxito.  No se la prepara con tanto cuidado para dejar después al azar los resultados.  Se debe pues tomar un momento en el día para hacer el examen de la oración. Este examen deberá versar sobre:

1.    Las disposiciones habituales o preparación remota.

2.    La preparación del asunto.

3.    El orden de la oración.

4.    Las causas de las distracciones o frialdad en que uno se ha encontrado.

5.    Las resoluciones  y el ramillete espiritual

En cada uno de estos puntos se examinará si se ha hecho lo que se debía, para lo cual hace falta tener bien presente lo que se debía hacer.  Conviene pues para este examen tener el método a la vista, a menos de tenerlo en la memoria”. (Escritos de Oración n° 154).

Este examen de la oración lo podemos hacer un momento después de haber concluido la oración o durante el día.  Si cotidianamente no es posible podemos hacer una vez a la semana un examen un poco más profundo que nos ayude a mirar nuestra vida de oración y a disponer los medios necesarios para profundizar nuestra experiencia, sabiendo que el encuentro con el Señor es esencialmente una gracia pero que exige también nuestra disposición personal.

A nuestra sensibilidad actual la palabra “examen” puede parecer algo poco aplicable a las realidades interiores.  Es importante comprender su verdadero significado ya que no se trata de concluir obteniendo una “calificación” sino una mayor autoconciencia de estado de nuestra vida de oración.  Por eso anotar en nuestro cuaderno personal aquello que realmente nos ayuda a vivir más profundamente la oración y algunos desafíos de crecimiento, partiendo de las cuestiones más sencillas, puede convertirse en una interesante y eficaz hoja de ruta.

 
Algunas preguntas para el examen de la oración:

 ¿Cómo me he preparado para la oración? ¿Elegí previamente el tema? ¿Soy fiel al ejercicio de fe en la presencia de Dios durante mi vida cotidiana, ya que es el mejor camino para preparar la oración?

¿Fui siguiendo ordenadamente los pasos del método común? ¿Estuve atento a las mociones interiores que me pedían profundizar en algún paso en particular?

¿Dejé que el Espíritu inspirara mis consideraciones o me perdí en divagues racionales? ¿Escuché mi corazón y los afectos que la Palabra suscitó en mí? ¿Di lugar al discernimiento para llegar a la resolución?

¿Soy capaz de reconocer mis límites y resistencias a la acción del Señor en la oración? ¿Las distracciones me desaniman o las utilizo como un desafío para volver al encuentro con el Señor?

¿Siguen estando durante el día en mi mente y en mi corazón los frutos de la oración… a través de esa palabra, esa frase, esa imagen, esa canción,… que me ayudan a encarnarlos en mi vida cotidiana?

       

                                                                                                    ATsm

  

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domingo, 9 de marzo de 2014

“El enemigo de la salvación intentará quebrantar tus resoluciones con nuevas ilusiones. Desconfía de él, desconfía más aún de ti mismo, y dile con frecuencia al Señor: Confirma Señor, lo que has hecho en nosotros”. (Carta 1043 - 17 abril 1838. Al P. Lalanne).


La chamifrase de la semana 117 – Domingo  9 de marzo

“El enemigo de la salvación intentará quebrantar tus resoluciones con nuevas ilusiones. Desconfía de él, desconfía más aún de ti mismo, y dile con frecuencia al Señor: Confirma Señor, lo que has hecho en nosotros”. (Carta 1043 - 17 abril 1838. Al P. Lalanne).    

En las últimas décadas la confianza exacerbada en la “responsabilidad humana” y la revalorización antropológica de la autodeterminación de la propia existencia ayudaron a que se desestimara la acción del “mal espíritu” en nuestra vida.  Quizás como reacción a esto otros grupos han exacerbado el cuidado frente a la acción del Maligno multiplicando prácticas y rituales para neutralizar su influencia.  En realidad, lo que necesitamos es sentido común y una visión que beba en la tradición espiritual cristiana y hunda sus raíces en la revelación bíblica. 

El Padre Chaminade nos ayuda a encontrar esta mirada y a profundizar desde ella un sano discernimiento en nuestras vidas.  Y en ese caso, alertándonos sobre un modo de actuar del “mal espíritu” que muchas veces disfraza de “ilusiones”, muchas veces aparentemente muy humanas y muy cristianas, las tendencias del “hombre viejo” que está en nuestro corazón.  Un discernimiento auténtico nos ayudará a comprender que no son del “buen espíritu” algunos deseos (que a veces se presentan como convicciones incuestionables) que nos llevan a pensar que en nombre de la libertad, de la propia felicidad y hasta del proyecto de Dios para nosotros, es posible quebrantar o anular resoluciones hondas y profundas que hemos construido a lo largo de nuestra vida con la ayuda de la gracia y el Espíritu de Dios. 

 Ciertamente en la vida hay momentos en los que necesitamos cambiar el rumbo, renovar nuestras decisiones, transformar aquello que ya no nos da Vida… pero está claro que cuando eso se da desde una ansiedad incontrolable, o una angustia inexplicable, o una urgencia impetuosa,… tenemos que “desconfiar” del origen de nuestras motivaciones, de nuestras propias sentencias irrevocables, y pedirle al Señor que confirme aquello que Él ha hecho en nosotros y nos ayude a cambiar aquello que necesitamos transformar para seguir transitando sus caminos.

 El Padre Lalanne había llegado a un momento crítico en su vida. Llevado por la ola de sus propias ilusiones había  comprometido el buen nombre y la economía de la Compañía de María.  Acompañado por el Fundador, que siempre lo respetó y reconoció su fidelidad desde la primera hora, pero que supo también confrontarlo con cariño pero sin enmascarar “falsa benevolencia” las orientaciones que debía darle, había logrado reconocer su situación y discernir los pasos necesarios para reencauzar su vida personal haciéndose cargo de la reparación necesaria de las deudas que había generado.  Guillermo José, advierte que poco tiempo después de esa importante resolución, comienzan a revolotear en la cabeza y el discurso de su querido discípulo algunas “ilusiones” que pronto lo volverán a apartar del camino de la Luz.  Por eso, desde su experiencia de acompañante espiritual y con amor paternal no duda en afirmar: “El enemigo de la salvación intentará quebrantar tus resoluciones con nuevas ilusiones. Desconfía de él, desconfía más aún de ti mismo, y dile con frecuencia al Señor: Confirma Señor, lo que has hecho en nosotros”.

No se trata de una mirada negativa de nuestra humanidad ni de una concepción trágica del destino de nuestra vida influenciada por el “mal espíritu”. Se trata de considerar esta afirmación como una verdadera invitación a vivir con mayor autenticidad y por eso necesitamos un discernimiento profundo que nos ayude a caminar de la mano del Espíritu de Dios, confiando en su presencia que nos ilumina y fortalece en nuestra vida cada nuevo paso que estamos invitados a dar en el seguimiento de Jesús. Ahondemos en esta actitud, repitiendo y guardando en el corazón el salmo 138:

 

“Señor, tú me sondeas y me conoces;

me conoces cuando me siento o me levanto,

de lejos penetras mis pensamientos;

distingues mi camino y mi descanso,

todas mis sendas te son familiares.

 

No ha llegado la palabra a mi lengua,

y ya, Señor, te la sabes toda

Me estrechas detrás y delante,

me cubres con tu palma

Tanto saber me sobrepasa,

es sublime y no lo abarco.

 

¿A dónde iré lejos de tu aliento,

a dónde escaparé de tu mirada?

Si escalo el cielo, allí estás tú;

si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

 

Si vuelo hasta el margen de la aurora,

si emigro hasta el confín del mar,

allí me alcanzara tu izquierda,

me agarrará tu derecha.

 

Si digo "Que al menos la tiniebla me encubra,

que la luz se haga noche en torno a mí",

ni la tiniebla es oscura para ti,

la noche es clara como el día.

 

Señor, sondéame y conoce mi corazón,

ponme a prueba y conoce mi sentimientos,

mira si mi camino se desvía,

guíame por el camino eterno”

 

                                                  AT sm

 

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miércoles, 5 de marzo de 2014

“¡Son todos misioneros, cumplan su misión! Quizá la palabra misión pueda fatigar la mente de algunos, imaginando que, para ser misionero, hay que ir predicando de pueblo en pueblo, de parroquia en parroquia, no habiéndose formado por tanto la idea de una misión estable y permanente”. Carta 725 – Al P. Chevaux – 7 de febrero de 1834)


La chamifrase  116 – 5 de marzo de 2014 – Preparándonos para iniciar el nuevo año escolar
“¡Son todos misioneros, cumplan su misión! Quizá la palabra misión pueda fatigar la mente de algunos, imaginando que, para ser misionero, hay que ir predicando de pueblo en pueblo, de parroquia en parroquia, no habiéndose formado por tanto la idea de una misión estable y permanente”. Carta 725 – Al P. Chevaux – 7 de febrero  de 1834)

El Padre Chaminade insiste una y otra vez en el carácter misionero de toda obra marianista.  En esta carta dirigida al Padre Chevaux, Director en ese momento de la multifacética obra educativa de Saint  Remy, vuelve a recordar los fundamentos de la educación marianista.  Y en esta frase recuerda una inspiración carismática que desde los inicios de su misión a la vuelta del exilio intentó concretar de acuerdo a las circunstancias: todos somos misioneros y cada obra es una misión estable y permanente.  En las primeras décadas del siglo XIX esas obras para Guillermo José eran las Congregaciones marianas.  Pero los tiempos cambiaron, la situación social y política exigía otro tipo de iniciativa apostólica, y la educación se convirtió en el “medio privilegiado” de la misión marianista.  Por una lado la experiencia personal del Fundador en sus años de juventud con sus hermanos en el Colegio de San Carlos de Mussidan. Por otro lado la necesidad urgente de la educación para reconstituir el tejido social y “regenerar la sociedad”.  Y esencialmente porque la escuela como espacio “secular” nos brinda la posibilidad de encarnar el Evangelio en la realidad social en la que estamos y promover una formación integral de las personas, que es el objetivo de toda evangelización cristiana (que es mucho más amplia que un adoctrinamiento religioso).  Evangelizar y educar son para nuestro Fundador dos acciones que en nuestros centros educativos marianistas no pueden estar divorciados.  Los marianistas educamos evangelizando y evangelizamos educando.

 El P. Chaminade tiene claro que para que esto sea posible se necesitan dos condiciones.  La primera es que todos los miembros de la comunidad educativa asumen su tarea como una misión.  Una misión cotidiana y concreta en las  aulas y en los patios de la escuela.  A veces seguimos pensando que “ir misionar” implica irnos a otros lugares lejanos a evangelizar y nos olvidamos de nuestro compromiso cotidiano con la misión.  “Ir a misionar” es ir al colegio todas las mañanas, entrar en el aula a dar una clase, tener una entrevista con unos padres, trabajar en equipo con otros docentes, realizar el trabajo administrativo o de mantenimiento que es parte de mi función, etc.  Si viviéramos este “ir a misionar” cotidiano con profundidad y sentido, “ir a misionar” a otros lugares sería una consecuencia de nuestro estilo de vida.  Es cierto que para poder vivir la tarea educativa desde esta dimensión misionera hacen falta una vocación y una espiritualidad.  Un sentirse llamado a misionar desde mi tarea educativa y una espiritualidad que de sostén y horizonte de sentido a mi tarea-misión cotidiana.  Es cierto también que no todos los que participan de la comunidad educativa marianista vivirán esto como un llamado personal, pero sí que hacen falta unos cuántos que los asuman de esta manera para que lo “marianista” no solo sea un sello exterior sino una impronta que configure nuestra propuesta educativa.

A la primera condición: “todos son misioneros”, hay que sumarle la concepción de la escuela como una “misión estable y permanente” que se concreta a través de la inculturación del Evangelio en todos los aspectos y dimensiones  de su vida (institucional, pedagógica, vincular, organizacional, en los procesos de toma de decisiones, en el modo de resolver los conflictos, en las propuestas extraescolares, en la relación con el entorno social, etc.).  Por algo muchos años después de Chaminade los marianistas llegamos a la conclusión de que “la encarnación es el corazón de la espiritualidad marianista” (CG SM 1971).

Que al iniciar este año escolar podamos redescubrir de la mano de nuestro Padre y Fundador, que cada uno de nuestros centros educativos marianistas son una “misión estable y permanente” y que quienes compartimos en ellos nuestro compromiso con la educación  “somos todos misioneros”.

 

Querido Padre Chaminade,

hoy volvemos a escuchar con emoción tus palabras

que son para nosotros una renovada invitación:

“¡Son todos misioneros, cumplan su misión!”.

 

Aquí estamos con entusiasmo y alegría

viviendo nuestra misión educativa y evangelizadora,

sabiendo que “todos somos misioneros”

y cada centro educativo marianista una misión “estable y permanente”.

 

Contamos con tu presencia afectiva y tu intercesión eficaz,

confiamos en la fuerza del Espíritu que sigue inspirando en nosotros

la misma impronta carismática que recibieron tus primeros discípulos,

y nos preparamos para ayudar cada día  a María en su misión.

 

Querido Guillermo Jose,

damos gracias a Dios por la obra que ha hecho en ti

y en todos los educadores marianistas que nos han precedido,

y nos ponemos en sus manos para que su obra pueda continuar.

 

Amén

                                                 AT sm

 

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domingo, 2 de marzo de 2014

“Alabo a Dios por la delicadeza que su Providencia tiene conmigo al socorrerme en todas las necesidades en las que permite que yo caiga. El caso se repite a menudo; sin duda, quiere enseñarme a tener una confianza total en ella y a no mirar nunca más que sus propios intereses” (Carta 526 - 12 junio 1830. A Clouzet).


La chamifrase 115 – Domingo 2 de marzo de 2014

“Alabo a Dios por la delicadeza que su Providencia tiene conmigo al socorrerme en todas las necesidades en las que permite que yo caiga. El caso se repite a menudo; sin duda, quiere enseñarme a tener una confianza total en ella y a no mirar nunca más que sus propios intereses” (Carta 526 - 12 junio 1830. A Clouzet).

El Padre Chaminade nos enseña con su propio testimonio la necesidad de confiar en la Providencia de Dios.  Esta confianza no es consecuencia de una postura fideísta ni de la repetición de experiencias milagrosas que calman la angustia y la ansiedad que despiertan nuestras necesidades.  Esta confianza es la consecuencia de una experiencia de fe honda y serena que permite descubrir la Presencia providente de Dios que camina a nuestro lado y nunca nos deja solos.  Esta confianza es la interiorización existencial de aquellas palabras evangélicas que nos ayudan a descubrir esa Presencia viva y eficaz del Señor:

No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan”.(Mt 6, 25-32).

Guillermo José experimentó muchas veces situaciones en las que las necesidades, y sobre todo las deudas contraídas,  parecían que iban a terminar con el Proyecto misionero que había comenzado.  Desde esas situaciones, “repetidas a menudo”, pudo “aprender” a tener una confianza total en la Providencia y a no mirar nunca más allá de sus intereses.  Digamos que buscando el acercamiento de sus intereses con los intereses del Señor, pudo dar el paso de la prudencia a la confianza, y de esa manera convertirse él mismo en instrumento de esa Providencia amorosa de Dios.  Ciertamente no se trata de quedarse de brazos cruzados esperando que Dios con su Providencia nos socorra. No es la actitud del Padre Chaminade, lo testimonia su larga biografía.  Pero sí es la apertura a ponerse en la dirección de la misma mirada del Señor, de su deseo que nace del corazón de un Padre que ama infinita y gratuitamente a sus hijos, y desde esa experiencia vivir en una confianza filial que llama y abre la puerta a la acción providente de Dios a través de diversos medios y mediaciones.  No se trata entonces de milagros portentosos sino de la manifestación del amor  y la misericordia providente de Dios Padre que no deja de acompañar a sus hijos y nunca los abandona.  La confianza es el camino para que nuestra propia vida se convierta en mediación de esa Providencia divina y a través nuestro pueda también llegar al corazón de aquellos que viviendo la misma experiencia, puedan abrir las puertas de su vida para compartir lo que han recibido especialmente con los hermanos que más sufren.

De la mano de nuestro Padre y Fundador alabemos a Dios por la delicadeza que su Providencia tiene con nosotros al socorrernos en todas las necesidades en las que permite que caigamos. El caso se repite a menudo; sin duda, quiere enseñarnos a tener una confianza total en ella y a no mirar nunca más que sus propios intereses.

 

Te alabo y te bendigo Padre

por la delicadeza que tu Providencia tiene conmigo

socorriéndome en todas mis necesidades,

regalándome la experiencia de tu amor gratuito

y tu infinita misericordia.

 

Te alabo y te bendigo Padre

porque repetidas veces he podido experimentar

la acción providente de tu Presencia,

que me ha enseñado a confiar plenamente en Ti

y mirar en la misma dirección que tus deseos.

 

Te alabo y te bendigo Padre

porque me invitas a ser mediación de tu amor providente,

y a despertar en el corazón de los demás

el deseo de abrir las puertas de sus vidas para compartir

lo que han recibido con aquellos que más lo necesitan.

 

Te alabo y te bendigo Padre

porque de la mano de nuestro Fundador,

puedo pasar de la necesaria prudencia a la imprescindible confianza,

y caminar a tu lado, como Tú caminas a mi lado,

dejando que mis intereses estén cada vez más cerca de los tuyos.

 

Amén

 

AT sm