“En cuanto a los reproches de la conciencia sobre el
tiempo perdido o mal empleado en la oración y el examen, ejercicios en que el
espíritu se engaña tan a menudo, es preciso arrepentirse del pasado y arreglar
el presente y el porvenir. No hay que entretenerse en discutir sobre si se
merecen más o menos reproches. Hay que ir a las Reglas sobre la oración y el
examen, y formar sus hábitos según esas Reglas sin querer buscar otras”. (Carta
83 - 14 de enero de 1817. A la Madre Adela)
El último paso del “método común” que el Padre
Chaminade proponía a sus seguidores, es el examen de la oración. Notamos en este aspecto la influencia
ignaciana en su formación espiritual.
Para mantener las disposiciones adquiridas en la oración vamos pasando
con quietud y calma a las exigencias de la vida cotidiana, en ese momento el
“examen de la oración” nos ayuda a “evaluar” el tiempo dedicado a la oración y
sobre todo nos entrena para que en la próxima oportunidad lo podamos vivir con
mayor profundidad.
Lo dejamos a Guillermo José que él mismo nos
explique de qué se trata:
“Un ejercicio tan importante como la oración vale
bien la pena de que se le asegure el éxito.
No se la prepara con tanto cuidado para dejar después al azar los
resultados. Se debe pues tomar un
momento en el día para hacer el examen de la oración. Este examen deberá versar
sobre:
1.
Las
disposiciones habituales o preparación remota.
2. La preparación del asunto.
3. El orden de la oración.
4. Las causas de las distracciones o frialdad en que
uno se ha encontrado.
5.
Las
resoluciones y el ramillete espiritual
En cada uno de estos puntos se examinará si se ha
hecho lo que se debía, para lo cual hace falta tener bien presente lo que se
debía hacer. Conviene pues para este
examen tener el método a la vista, a menos de tenerlo en la memoria”. (Escritos de Oración n° 154).
Este examen de la oración lo podemos hacer un
momento después de haber concluido la oración o durante el día. Si cotidianamente no es posible podemos hacer
una vez a la semana un examen un poco más profundo que nos ayude a mirar
nuestra vida de oración y a disponer los medios necesarios para profundizar
nuestra experiencia, sabiendo que el encuentro con el Señor es esencialmente
una gracia pero que exige también nuestra disposición personal.
A nuestra sensibilidad actual la palabra “examen”
puede parecer algo poco aplicable a las realidades interiores. Es importante comprender su verdadero
significado ya que no se trata de concluir obteniendo una “calificación” sino
una mayor autoconciencia de estado de nuestra vida de oración. Por eso anotar en nuestro cuaderno personal
aquello que realmente nos ayuda a vivir más profundamente la oración y algunos
desafíos de crecimiento, partiendo de las cuestiones más sencillas, puede convertirse
en una interesante y eficaz hoja de ruta.
Algunas preguntas para el examen de la oración:
¿Fui siguiendo ordenadamente los pasos del método
común? ¿Estuve atento a las mociones interiores que me pedían profundizar en
algún paso en particular?
¿Dejé que el Espíritu inspirara mis consideraciones
o me perdí en divagues racionales? ¿Escuché mi corazón y los afectos que la
Palabra suscitó en mí? ¿Di lugar al discernimiento para llegar a la resolución?
¿Soy capaz de reconocer mis límites y resistencias
a la acción del Señor en la oración? ¿Las distracciones me desaniman o las
utilizo como un desafío para volver al encuentro con el Señor?
¿Siguen estando durante el día en mi mente y en mi
corazón los frutos de la oración… a través de esa palabra, esa frase, esa
imagen, esa canción,… que me ayudan a encarnarlos en mi vida cotidiana?
ATsm
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