miércoles, 7 de mayo de 2014

“En cuanto a los reproches de la conciencia sobre el tiempo perdido o mal empleado en la oración y el examen, ejercicios en que el espíritu se engaña tan a menudo, es preciso arrepentirse del pasado y arreglar el presente y el porvenir. No hay que entretenerse en discutir sobre si se merecen más o menos reproches. Hay que ir a las Reglas sobre la oración y el examen, y formar sus hábitos según esas Reglas sin querer buscar otras”. (Carta 83 - 14 de enero de 1817. A la Madre Adela)

La chamifrase 118 – Miércoles 7 de mayo de 2014 – Taller de Oración XI

“En cuanto a los reproches de la conciencia sobre el tiempo perdido o mal empleado en la oración y el examen, ejercicios en que el espíritu se engaña tan a menudo, es preciso arrepentirse del pasado y arreglar el presente y el porvenir. No hay que entretenerse en discutir sobre si se merecen más o menos reproches. Hay que ir a las Reglas sobre la oración y el examen, y formar sus hábitos según esas Reglas sin querer buscar otras”. (Carta 83 - 14 de enero de 1817. A la Madre Adela)


El último paso del “método común” que el Padre Chaminade proponía a sus seguidores, es el examen de la oración.  Notamos en este aspecto la influencia ignaciana en su formación espiritual.  Para mantener las disposiciones adquiridas en la oración vamos pasando con quietud y calma a las exigencias de la vida cotidiana, en ese momento el “examen de la oración” nos ayuda a “evaluar” el tiempo dedicado a la oración y sobre todo nos entrena para que en la próxima oportunidad lo podamos vivir con mayor profundidad.

Lo dejamos a Guillermo José que él mismo nos explique de qué se trata:

“Un ejercicio tan importante como la oración vale bien la pena de que se le asegure el éxito.  No se la prepara con tanto cuidado para dejar después al azar los resultados.  Se debe pues tomar un momento en el día para hacer el examen de la oración. Este examen deberá versar sobre:

1.    Las disposiciones habituales o preparación remota.

2.    La preparación del asunto.

3.    El orden de la oración.

4.    Las causas de las distracciones o frialdad en que uno se ha encontrado.

5.    Las resoluciones  y el ramillete espiritual

En cada uno de estos puntos se examinará si se ha hecho lo que se debía, para lo cual hace falta tener bien presente lo que se debía hacer.  Conviene pues para este examen tener el método a la vista, a menos de tenerlo en la memoria”. (Escritos de Oración n° 154).

Este examen de la oración lo podemos hacer un momento después de haber concluido la oración o durante el día.  Si cotidianamente no es posible podemos hacer una vez a la semana un examen un poco más profundo que nos ayude a mirar nuestra vida de oración y a disponer los medios necesarios para profundizar nuestra experiencia, sabiendo que el encuentro con el Señor es esencialmente una gracia pero que exige también nuestra disposición personal.

A nuestra sensibilidad actual la palabra “examen” puede parecer algo poco aplicable a las realidades interiores.  Es importante comprender su verdadero significado ya que no se trata de concluir obteniendo una “calificación” sino una mayor autoconciencia de estado de nuestra vida de oración.  Por eso anotar en nuestro cuaderno personal aquello que realmente nos ayuda a vivir más profundamente la oración y algunos desafíos de crecimiento, partiendo de las cuestiones más sencillas, puede convertirse en una interesante y eficaz hoja de ruta.

 
Algunas preguntas para el examen de la oración:

 ¿Cómo me he preparado para la oración? ¿Elegí previamente el tema? ¿Soy fiel al ejercicio de fe en la presencia de Dios durante mi vida cotidiana, ya que es el mejor camino para preparar la oración?

¿Fui siguiendo ordenadamente los pasos del método común? ¿Estuve atento a las mociones interiores que me pedían profundizar en algún paso en particular?

¿Dejé que el Espíritu inspirara mis consideraciones o me perdí en divagues racionales? ¿Escuché mi corazón y los afectos que la Palabra suscitó en mí? ¿Di lugar al discernimiento para llegar a la resolución?

¿Soy capaz de reconocer mis límites y resistencias a la acción del Señor en la oración? ¿Las distracciones me desaniman o las utilizo como un desafío para volver al encuentro con el Señor?

¿Siguen estando durante el día en mi mente y en mi corazón los frutos de la oración… a través de esa palabra, esa frase, esa imagen, esa canción,… que me ayudan a encarnarlos en mi vida cotidiana?

       

                                                                                                    ATsm

  

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