La chamifrase 115 – Domingo 2 de marzo de 2014
“Alabo a Dios por la delicadeza que su Providencia tiene conmigo al
socorrerme en todas las necesidades en las que permite que yo caiga. El caso se
repite a menudo; sin duda, quiere enseñarme a tener una confianza total en ella
y a no mirar nunca más que sus propios intereses” (Carta 526 - 12 junio 1830. A Clouzet).
El Padre Chaminade nos enseña con su propio testimonio la necesidad de
confiar en la Providencia de Dios. Esta confianza no es consecuencia de
una postura fideísta ni de la repetición de experiencias milagrosas que calman
la angustia y la ansiedad que despiertan nuestras necesidades. Esta
confianza es la consecuencia de una experiencia de fe honda y serena que
permite descubrir la Presencia providente de Dios que camina a nuestro lado y
nunca nos deja solos. Esta confianza es la interiorización existencial de
aquellas palabras evangélicas que nos ayudan a descubrir esa Presencia viva y
eficaz del Señor:
“No se inquieten por su vida, pensando
qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale
acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los
pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y
sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso
más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un
solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido?
Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les
aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de
ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será
echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se
inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos
vestiremos?”. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que
está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan”.(Mt 6, 25-32).
Guillermo José experimentó muchas veces
situaciones en las que las necesidades, y sobre todo las deudas contraídas,
parecían que iban a terminar con el Proyecto misionero que había
comenzado. Desde esas situaciones, “repetidas a menudo”, pudo “aprender” a
tener una confianza total en la Providencia y a no mirar nunca más allá de sus
intereses. Digamos que buscando el acercamiento de sus intereses con los
intereses del Señor, pudo dar el paso de la prudencia a la confianza, y de esa
manera convertirse él mismo en instrumento de esa Providencia amorosa de
Dios. Ciertamente no se trata de quedarse de brazos cruzados esperando
que Dios con su Providencia nos socorra. No es la actitud del Padre Chaminade,
lo testimonia su larga biografía. Pero sí es la apertura a ponerse en la
dirección de la misma mirada del Señor, de su deseo que nace del corazón de un
Padre que ama infinita y gratuitamente a sus hijos, y desde esa experiencia
vivir en una confianza filial que llama y abre la puerta a la acción providente
de Dios a través de diversos medios y mediaciones. No se trata entonces
de milagros portentosos sino de la manifestación del amor y la
misericordia providente de Dios Padre que no deja de acompañar a sus hijos y
nunca los abandona. La confianza es el camino para que nuestra propia
vida se convierta en mediación de esa Providencia divina y a través nuestro
pueda también llegar al corazón de aquellos que viviendo la misma experiencia,
puedan abrir las puertas de su vida para compartir lo que han recibido especialmente
con los hermanos que más sufren.
De la mano de nuestro Padre y Fundador
alabemos a Dios por la delicadeza que su
Providencia tiene con nosotros al socorrernos en todas las necesidades en las
que permite que caigamos. El caso se repite a menudo; sin duda, quiere
enseñarnos a tener una confianza total en ella y a no mirar nunca más que sus
propios intereses.
Te alabo y te bendigo Padre
por la delicadeza que tu Providencia tiene conmigo
socorriéndome en todas mis necesidades,
regalándome la experiencia de tu amor gratuito
y tu infinita misericordia.
Te alabo y te bendigo Padre
porque repetidas veces he podido experimentar
la acción providente de tu Presencia,
que me ha enseñado a confiar plenamente en Ti
y mirar en la misma dirección que tus deseos.
Te alabo y te bendigo Padre
porque me invitas a ser mediación de tu amor providente,
y a despertar en el corazón de los demás
el deseo de abrir las puertas de sus vidas para compartir
lo que han recibido con aquellos que más lo necesitan.
Te alabo y te bendigo Padre
porque de la mano de nuestro Fundador,
puedo pasar de la necesaria prudencia a la imprescindible confianza,
y caminar a tu lado, como Tú caminas a mi lado,
dejando que mis intereses estén cada vez más cerca de los tuyos.
Amén
AT sm
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