domingo, 17 de noviembre de 2013

“Intente, mi querido hijo, dominarse y tener paciencia. Nuestro Señor, prediciendo a sus Apóstoles las numerosas y violentas contrariedades que tendrían que padecer en la misión que les daba, les decía: Possidebitis animas vestras in patientia vestra” (Carta 261 - 4 diciembre 1823. A David Monier)

 Las chamifrases de  la semana en el Año de la FE
 La chamifrase de la semana 94 – Domingo 17 de noviembre de 2013
Intente, mi querido hijo, dominarse y tener paciencia. Nuestro Señor, prediciendo a sus Apóstoles las numerosas y violentas contrariedades que tendrían que padecer en la misión que les daba, les decía: Possidebitis animas vestras in patientia vestra” 
                             (Carta 261 - 4 diciembre 1823. A David Monier)
 El Padre Chaminade cita varias veces en sus cartas esta frase evangélica alentando a sus seguidores a tener paciencia y ser perseverantes ante las dificultades que se encontrarán en su misión especialmente dentro de la misma Familia marianista, a partir de las críticas y desaprobaciones que recibirán en el ejercicio de la misma. Guillermo José habla desde su experiencia propia y anima a quienes les da diversas responsabilidades a dominarse para no renunciar antes de tiempo y paciencia para seguir intentando, aunque a veces parezca “que la cosa ya no tiene remedio”.
Es interesante porque en la traducción misma de esta frase de Jesús  (Lc. 21,19) encontramos una clave de lectura importante, que es la que nuestro Fundador nos transmite.  “Con paciencia, poseerán (o sea no perderán, o sea salvarán) sus almas”.  Esta “paciencia” es traducida hoy generalmente en nuestra Biblias por perseverancia o constancia.  Estos términos ciertamente se complementan.  La “paciencia” que viene de la traducción en latín que usaba el Padre Chaminade, es una paciencia histórica, y no simplemente un esperar que otros cambien sus actitudes.  Es una paciencia que nos ayuda tanto a aprender a esperar renunciando a que todo “tiene que ser ya”, como a vivir con la esperanza necesaria para no claudicar y sostener una postura decidida y transformadora de la realidad.  En este sentido paciencia y perseverancia se complementan y se fortalecen mutuamente.  No se trata de “aguantar” sino de perseverar hasta el final enraizados en la Roca que no se quiebra, en Jesús. Y con un horizonte de sentido, la “salvación”, que no es otra cosa que decir la plenitud de tu vida y tu misión, tu felicidad más profunda.
 En un mundo donde todo tiene que “conseguirse ya” o donde rápidamente abandonamos los propósitos si no son rentables a corto plazo, se nos invita a vivir y trabajar con paciencia y perseverancia.  Es un consejo de Jesús a sus discípulos, que Guillermo José se apropia para animar y fortalecer la misión de sus seguidores.  Y lo hace, ayudándolos a mirar más allá, para que no sea el sufrimiento de la cruz el motivo que sostiene nuestra paciencia y nuestra perseverancia, sino la Luz de la salvación hacia la que desde la Pascua de Jesús caminamos indefectiblemente.
 Ser pacientes y perseverantes nos exige una decisión de nuestra parte para intentarlo y un compromiso auténtico para sostenerlo, pero también la confianza en la gracia de Dios que en su fidelidad no nos deja solos.
 
Señor Jesús,
en el caminar de nuestra vida y de nuestra misión
nos damos cuenta que necesitamos:

-       una paciencia sostenida por un horizonte de sentido
más allá del tiempo que duren las dificultades,
-       una perseverancia fundada en el renovado llamado a seguirte
y no en nuestra ansiedad que pretende “todo ya”,
-       una fidelidad que se hace plena en el amor
y no es solo “aguantar” hasta que podamos.
Señor Jesús,
aunque conocemos nuestra debilidades y caídas
no nos desanimamos,
y nos comprometemos con nuestra decisión y nuestro esfuerzo
a intentar ser más pacientes y perseverantes,
porque sabemos que siempre contamos con la ayuda de tu gracia
que nos anima y nos impulsa a seguir siempre adelante.
 Amén
                                                                                                           ATsm
  
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miércoles, 13 de noviembre de 2013

“Pero no pienses que la gracia te va a llegar si no la pides: cuando los apóstoles estaban esperando la venida del Espíritu Santo, perseveraban en la oración” (Carta 384 - 18 diciembre 1825. A un marianista).

Las chamifrases de la semana en el Año de la FE
                          
La chamifrase de la semana 93 – TALLER DE ORACIÓN VII

Pero no pienses que la gracia  te va a llegar si no la pides: cuando los apóstoles estaban esperando la venida del Espíritu Santo, perseveraban en la oración” 
                                 (Carta 384 - 18 diciembre 1825. A un marianista).

Cuando dedicamos un tiempo tranquilo a la oración, comenzamos con el ejercicio de fe en la Presencia de Dios, y luego de habernos dispuesto a unirnos a Jesucristo y a María, el paso siguiente, antes de entrar en “el cuerpo de la oración”, es la invocación sincera y confiada al Espíritu Santo.
El Señor nos ha regalado su Espíritu para que nos acompañe siempre y especialmente para guiarnos en la oración.  Es por eso que le pedimos al Espíritu Santo que tome posesión de nuestra mente y de nuestro corazón, y nos ponemos bajo su guía e inspiración. Es el momento de dejar de lado los pensamientos inútiles y banales, acallar los deseos que nos distraen, moderar los afectos desordenados y abandonarnos confiadamente a la dirección del Espíritu Santo.
En tiempos de autonomía personal y protagonismo individualista, nos cuesta ponernos “bajo la dirección” de alguien, y más si ese “Alguien” puede llevarnos por caminos que no podemos controlar totalmente.  Por eso es que en este momento, en el que ya hemos atravesado los primeros pasos de la oración (con el ejercicio de fe en la presencia de Dios y la unión íntima con Jesús y con María) y hemos ido entrando en una disposición interior más consciente de nuestras propias debilidades, es que la invocación al Espíritu Santo halla su lugar indicado y se hace vivencia profunda y auténtica.  En la carta a los Romanos, San Pablo reflexiona sobre esta necesidad cuando afirma que “el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26).  Es el mismo Espíritu que nos mueve y dispone a la oración, el que también viene en nuestra ayuda y ora en nosotros.
El mismo Guillermo José, explica sencillamente esta invocación al Espíritu Santo al presentar una y otra vez los métodos de oración: “Invoco al Espíritu Santo para hacer la oración iluminado por su luz, guiado por sus impulsos y sostenido por su dirección” (Escritos de Oración, n. 70).
La oración no es un mero ejercicio de voluntad, sino un encuentro íntimo y profundo con el Señor. Él está siempre ofreciéndonos su gracia, pero nosotros necesitamos tiempo y al Espíritu Santo para entrar en conexión con Él. Y aunque Dios conoce los secretos de nuestro corazón y nuestras necesidades anteriores, necesita que libremente le abramos la puerta de nuestro interior para manifestarse y actuar en nuestra propia vida.  Por eso que el Padre Chaminade no duda en afirmar: “Pero no pienses que la gracia  te va a llegar si no la pides: cuando los apóstoles estaban esperando la venida del Espíritu Santo, perseveraban en la oración”.
Con deseos y palabras de nuestro Padre y Fundador, algunas textuales y otras con su sello espiritual, invoquemos al Espíritu Santo en nuestra oración:

“¡Espíritu Santo, autor de toda luz y de toda gracia!
A Ti te toca dirigirme y conducirme.
Me abandono a tu dirección.
Renuncio a mis ideas propias y a mis conceptos,
que no son más que locuras y balbuceos de niño,
para no seguir otras ideas
que las que te complazcas en inspirarme”. (EO 564)

Espíritu Santo, ven en ayuda de nuestra debilidad
y ora en nosotros,
guiándonos por el camino que hemos elegido,
sembrando en nuestro interior la Palabra,
y produciendo los frutos de la vida misma de Dios.
Que la Luz de tu presencia nos acompañe siempre de la mano.
y nos abra la puerta para el encuentro con el Señor.

Amén
ATsm


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domingo, 10 de noviembre de 2013

“Dios puede darme a conocer su voluntad directamente por sí mismo, o a través de los acontecimientos o por los consejos de los demás” (Carta 1051 - finales de mayo de 1838. Al P. León Meyer).


Las chamifrases de la semana en el Año de la FE

 La chamifrase de la semana 92 – Domingo 10 de noviembre de 2013

“Dios puede darme a conocer su voluntad directamente por sí mismo, o a través de los acontecimientos o por los consejos de los demás”  
                  (Carta 1051 - finales de mayo de 1838. Al P. León Meyer).

Conocer la voluntad de Dios para encontrar el camino de Vida que estamos invitados a transitar implica abrir la mente y el corazón para que podamos realizar un discernimiento sencillo y profundo, ya que el Señor nos lo revela de diferentes maneras.  Guillermo José conoce muy bien las reglas del discernimiento cristiano, experimentado primero en su propia vida espiritual y acompañando durante tantos años a tantas personas en la búsqueda de la voluntad de Dios para sus vidas.

En primer lugar Dios puede darnos a conocer su voluntad directamente por sí mismo.  Esto es cierto y no podemos negarle a Dios que nos manifieste directamente su voluntad.  Aunque normalmente, Dios actúa de un modo comprensible para nuestra humanidad.  Por eso es que Dios no nos comunica su voluntad con manifestaciones especiales y maravillosas, sino a través de las mociones que mueve sencillamente en nuestro propio corazón.  Allí, a través de nuestros sentimientos interiores más profundos, el Señor nos puede dar a conocer su voluntad directamente, especialmente en el tiempo dedicado a la escucha orante de su Palabra.

En segundo lugar Dios también nos habla a través de los acontecimientos.  No se trata tampoco de ver la mano de Dios “actuando deliberadamente” detrás de cada acontecimiento de nuestra vida, sino de discernir a partir de estos acontecimientos lo que nos está pidiendo el Señor. Cada acontecimiento con el que nos encontramos, puede traernos también la oportunidad de profundizar en nuestro propio camino y ayudarnos a ponernos en sintonía más profunda con la voluntad de Dios para nosotros.

Finalmente también Dios puede hacernos conocer su voluntad a través de los consejos de los demás.  Hoy día vivimos en un ambiente individualista donde nuestro mundo interior queda cerrado a nuestros propios vaivenes y confusiones.  Y por eso tampoco nos animamos a dar un consejo porque aceptamos una especie de “extremado respeto humano” hacia la realidad interior de los demás.  El Padre Chaminade nos recuerda que podemos conocer la voluntad de Dios a través de los consejos de los demás aunque como en el caso de esta carta él sea el “Superior” y el dueño del consejo un hermano más de la comunidad. Y los demás también pueden conocer la voluntad de Dios a través de nuestros consejos nacidos de la sencillez del corazón y desde el deseo de buscar lo mejor para su vida.

De la mano de nuestro Padre y Fundador, no tengamos miedo de adentrarnos por los senderos del discernimiento, que nos da la oportunidad de conocer la voluntad de Dios para nuestra vida, abiertos a las diversas posibilidades que se nos presentan, ya que Él “puede darme a conocer su voluntad directamente por sí mismo, o a través de los acontecimientos o por los consejos de los demás”

 
Señor, deseo conocer tu voluntad,

porque en ella está la luz que puede iluminar mis pasos

y el mapa que me conduce a la vida plena.

Señor, necesito crecer en el discernimiento,

abriendo mi mente y mi corazón

para poder reconocerte y conocer tu voluntad para mi vida.



Señor, quiero estar siempre disponible y atento

porque tu puedes darme a conocer tu voluntad

directamente a través de tus mociones en mi interior.

 
Señor, estoy dispuesto a mirar más allá de lo concreto

porque a través de los acontecimientos de la vida

también me das a conocer tu santa voluntad.

 
Señor, estoy decidido a salir de mi propio encierro,

porque también me das a conocer tus caminos

a través del consejo sincero de los demás.

 
Señor, acá estoy, quiero caminar de tu mano,

y te doy gracias porque de tantas maneras

estás siempre dispuesto a darme a conocer tu voluntad.

Amén
                                                                                             ATsm
 

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domingo, 3 de noviembre de 2013

“Continuamente le pido a Dios que me dé a conocer su voluntad y que dirija todas mis acciones y palabras” (Carta 1051 - finales de mayo de 1838. Al P. León Meyer).


Las chamifrases de la semana en el Año de la FE

 La chamifrase de la semana 91 – Domingo 3 de noviembre de 2013

“Continuamente le pido a Dios que me dé a conocer su voluntad y que dirija todas mis acciones y palabras”  
                (Carta 1051 - finales de mayo de 1838. Al P. León Meyer).

Conocer su voluntad es lo que pide a Dios Guillermo José continuamente, y que a través de esa hoja de ruta dirija todas sus acciones y palabras.  Es cierto que en la oración del Padrenuestro repetimos “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.  Pero a la hora de que esa voluntad se convierta en la dirección de todas nuestras acciones y palabras ciertamente experimentamos contradicciones y no siempre estamos dispuestos a que de verdad esa voluntad “se haga” en nosotros.  Quizás porque a veces confundimos la voluntad de Dios con lo que nos encontramos en cada situación de nuestra vida, especialmente cuando la dificultad o el sufrimiento tocan nuestra propia vida o la de nuestros seres queridos.  Y confundimos voluntad de Dios con un “destino trágico” o en palabras más espirituales con “la cruz que nos toca llevar”, y de ahí a la paralizante “resignación cristiana” hay un paso.  Claro que cuando contemplamos este razonamiento, tantas veces confirmado en predicaciones y catequesis, no podemos entender cómo la voluntad de un Dios que nos ama infinitamente sea la prueba y el dolor.  Lo que pasa es que la voluntad del Dios de Jesús no tiene nada que ver con pruebas y sufrimientos, sino con su deseo de que vivamos plenamente la Vida que se nos ha dado sostenidos por la fe, animados por la esperanza y apasionados por el amor, en las luces y en las sombras de cada etapa de nuestra vida.

El Padre Chaminade está respondiendo una carta en la que se ponen en duda algunas decisiones que ha tomado que pudieran tener consecuencias negativas para su comunidad.  Y nuestro Padre y Fundador responde sencillamente expresando cuál es el proceso que hace para tomar decisiones o para responder a las situaciones críticas que le toca enfrentar.  No está justificando sus decisiones a partir de las críticas recibidas, sino manifestando cuál es el fundamento que las sostiene.  No son argumentos lógicos o racionales, sino su experiencia de fe.  Por eso le pide continuamente a Dios que le dé a conocer su voluntad, porque sabe que desde esa perspectiva, podrá encontrar el camino para enfrentar las situaciones de la vida con un horizonte de sentido más profundo y pleno.  Y es desde allí que experimenta la necesidad de que Dios dirija todas sus acciones y palabras, no como a una marioneta, sino porque desde esa perspectiva de Dios que es su voluntad, podremos hacer posible en nuestra vida el “Hágase tu voluntad” que no es una palabra mágica, sino un deseo profundo que reconoce la necesidad de la gracia divina y a la vez la necesidad de nuestro propio compromiso con ella.

Antes las dificultades y sufrimientos, en los momentos oscuros y conflictivos, cuando tenemos que tomar decisiones que tienen consecuencias para nuestra vida y para la vida de los demás, sigamos el ejemplo iluminador de nuestro Padre y Fundador, y compartamos con sencillez su estrategia: “Continuamente le pido a Dios que me dé a conocer su voluntad y que dirija todas mis acciones y palabras”.

 Repitamos, una y otra vez con nuestros labios y con nuestro corazón:

 
Dame Señor a conocer tu Santa Voluntad,

y con la ayuda de tu gracia y mi compromiso personal

dirige todas mis acciones y palabras.

Amén

                                                                         ATsm


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domingo, 27 de octubre de 2013

"Seamos ante los hombres lo que somos ante Dios. No aparentemos lo que no somos" (Carta 383 - 6 diciembre 1825. A O'Lombel)


Las chamifrases de la semana en el Año de la FE
 La chamifrase de la semana 90 – Domingo 27 de octubre de 2013

Seamos ante los hombres lo que somos ante Dios. No aparentemos lo que no somos”
                                          (Carta 383 - 6 diciembre 1825. A O’ Lombel).

 
Este deseo del Padre Chaminade, que encontramos con similares expresiones en muchas de sus cartas, es una acertada definición de la virtud de la humildad.  En el lenguaje cotidiano identificamos demasiado pronto la humildad con unas actitudes que estarían más cercanas a la modestia o a la sencillez (“qué humilde es esta persona teniendo tantos dones o experiencia) o también con la carencia y la pobreza (“viene de  una familia muy humilde”).  Pero en la tradición espiritual cristiana la humildad es la virtud por la que somos capaces de conocer y reconocer nuestra propia verdad, con sus limitaciones y fragilidades, y obrar de acuerdo a ella.  El Padre Chaminade, sigue esta línea, y justamente identifica “nuestra propia verdad” con lo que “somos ante Dios”.  Porque ante Dios nuestro corazón está desnudo.  Él nos conoce hasta los más profundo de nuestro ser, nos conoce más que lo que nosotros mismos nos conocemos.  La invitación entonces pasa por ser coherentes con nuestra propia verdad, siendo ante los hombres lo que somos ante Dios, desarrollando entonces la virtud de la humildad.

 

Desde diversas dimensiones de nuestra existencia personal nos vemos muchas veces “obligados” a “aparentar lo que no somos”.  En algunas ocasiones ni siquiera somos conscientes como cuando construimos nuestra “personalidad” desde el deseo de nuestros padres, desde lo que otros esperan de nosotros, o desde un yo ideal alejado de nuestra propia realidad.  En otras ocasiones la causa es el lugar o rol social que ocupamos, el temor a no ser aceptado o querido, el contexto social más amable o más amenazante en el que nos desenvolvemos, o la simple conveniencia de estar de manera “políticamente correcta”.  En todas estas ocasiones, al no poder vivir de acuerdo a nuestra propia verdad, no sólo genera una inautenticidad existencial frustrante y que nos aleja de la felicidad, sino que además no nos permite crecer y desarrollar las posibilidades y dones que también como nuestras fragilidades son parte de nuestra “propia verdad”.

 

Es interesante como el Padre Chaminade aplica este consejo espiritual tanto a la vida personal como a la vida institucional.  En esta carta, está respondiendo a su representante en París que está gestionando la aprobación civil de los Estatutos de la Compañía de María.  Y que ha usado ciertos artilugios retóricos para justificar el pedido de aprobación de la institución.  Para Guillermo José no tiene sentido aparentar lo que no somos, aceptando con sencillez la realidad de lo que somos y podemos hacer, como rechazando aquellas actitudes que desde una óptica pesimista nos paralizan y “con humildad” mal entendida, nos llevan a asumir otras “fragilidades” que no tenemos. Por eso nuestro Fundador declara a continuación: “pobres en lo que tenemos, lo acepto; pero no nos cubramos con los despojos de otro”.  No es humildad aparentar lo que no se tiene desde la soberbia (sosteniendo una falsa perfección o valor) como aparentar lo que no se tiene desde la humillación (asumiendo una falsa debilidad que paraliza y autojustifica).

 

Recibamos con el corazón abierto, esta invitación de nuestros Padre y Fundador, que hoy nos invita a ser humildes, a ser coherentes con nuestra propia verdad personal y comunitaria, y desde ahí vivir y trabajar con alegría y esperanza, siendo ante lo hombres lo que somos ante Dios, no aparentando lo que no somos.

 

Señor, en tu Presencia no hay apariencia que valga,

porque Tú que nos conoces mejor que nosotros mismos,

nos aceptas y recibes con amor y misericordia,

y nos invitas a vivir en coherencia con nuestra propia verdad.

 

Señor, cuántas veces aparentamos lo que no somos,

la necesidad de ser queridos y aceptados,

nos lleva a construir caretas que finalmente

aumentan nuestra insatisfacción existencial y nos alejan de la felicidad.

 

Señor, que podamos experimentar serena y pacíficamente

nuestra propia realidad, con sus sombras  y con sus luces,

con sus fragilidades y con sus posibilidades,

animándonos a mirarla como tú la miras.

 

Señor, que seamos ante los hombres lo que somos en tu Presencia,

que crezcamos en libertad interior para dejar de aparentar lo que no somos,

y así animarnos a vivir con alegría y esperanza la virtud de la humidad,

que no es otra cosa que vivir sencillamente desde lo que auténticamente somos.

                                                                      Amén

               AT sm

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domingo, 20 de octubre de 2013

“Los planes de Dios abarcan mucho más que el día presente. Dejemos que se cumpla la voluntad de Dios, sin hacer nosotros nada anticipadamente”. (S. 404 - 1826. A O’ Lombel).

Las chamifrases de la semana en el Año de la FE

La chamifrase de la semana 89 – Domingo 20 de octubre de 2013

“Los planes de Dios abarcan mucho más que el día presente. Dejemos que se cumpla la voluntad de Dios, sin hacer nosotros nada anticipadamente”. 
                                                                    (S. 404 - 1826. A O’ Lombel).

Vivimos en una época en la que todo cambia vertiginosamente, y donde el tiempo se acelera y nos exige una continua adaptación.  Aprender a vivir en el presente es una necesaria capacidad a desarrollar.  Estar aquí y ahora presentes es condición para no quedarnos fuera. 
Pero este vivir “en el día presente” no puede hacernos olvidar que la historia no acaba de comenzar hoy y que la vida seguirá adelante mañana.  En este contexto en el que vivimos perdemos a veces el suelo que hemos recibido y que hemos seguido construyendo durante nuestra vida.  Y perdemos también perspectiva hacia el futuro, creyendo que la plenitud de la vida tiene que alcanzarse ya en este preciso instante. 
Cuando olvidamos nuestra base de apoyo y perdemos el horizonte de sentido, “el día presente” se convierte con angustia y ansiedad en una necesidad imperiosa de que todo “ya esté realizado” y si no, surge la ilusión de que un aparente “borrón y cuenta nueva” transformará radicalmente nuestra vida.
Guillermo José nos recuerda que “los planes de Dios abarcan mucho más que el día presente”.  Y nuestro lugar en ese plan ciertamente abarca también mucho más que el día presente.  Las palabras del Señor al profeta Jeremías son también hoy para nosotros. “Antes de formarte en el vientre de tu madre, yo te conocía” (Jer 1,5).  Tenemos raíces muy hondas que no podemos desconocer. Y también tenemos un futuro como hijos de Dios, que no culmina con la muerte, porque somos “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rm 8,17).
Vivir a full el día presente, con los pies en la historia en la que nos apoyamos y con la mirada hacia un horizonte luminoso, nos ayuda a descubrir la plenitud de sentido con la que somos llamados a sostener nuestra vida, aún en los momentos más difíciles.  Esto es lo que el Padre Chaminade quiere transmitirnos al decir “dejemos que se cumple la voluntad de Dios, sin hacer nosotros nada anticipadamente”.  Y éste no es un consejo que llame a la resignación paralizante, sino a vivir con mayor hondura e intensidad el presente, que ha sido parido por nuestra propia historia y es germen viviente de nuestro futuro.
De la mano de nuestro Padre y Fundador renovemos nuestra fe y nuestra esperanza porque “los planes de Dios abarcan mucho más que el día presente”.

De tu mano Señor quiero caminar cada día
y vivir con hondura e intensidad mi presente cotidiano,
reconociendo mis raíces arraigadas en tu plan de salvación
y levantando la mirada hacia la Luz que no tiene fin,

De tu mano Señor, quiero vivir cada día,
sin dejarme esclavizar por la angustia y la ansiedad
que surgen de la aparente necesidad
de que todo tiene que darse “ya”.

De tu mano Señor, quiero saber estar “aquí y ahora”,
desde una auténtica y realista postura existencial,
sin olvidarme que tus planes
“abarcan mucho más que el día presente”.

De tu mano Señor, quiero dejar que se cumpla tu voluntad,
“sin hacer nada anticipadamente”,
y con la libertad de vivir cada momento
con la plenitud de sentido que tu Plan de salvación me regala.

De tu mano Señor, quiero caminar cada día,
renovando mi fe en tu Presencia que nunca me abandona,
fortaleciendo mi esperanza desde el horizonte de sentido
que Tú me regalas,
y  animándome a vivir en tu Amor eterno que se hace invitación cotidiana.

Amén
AT sm


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