El Padre
Chaminade ha visitado a las religiosas marianistas en Agen y ha
reconfirmado a la Superiora General, la Madre San Vicente. Ha pasado con
ellas unos días entrañables y de regreso a Burdeos le escribe a la Madre
General unas líneas como eco de su visita. Y entre las cosas que le
manifiesta es su alegría por ver que las marianistas crecen cada vez más en el
“espíritu de fe”. Y que lo hacen teniendo como modelo a la Virgen María.
El
“espíritu de fe” para Guillermo José es el mismo Espíritu Santo que nos ilumina
y nos permite vivir con un sentido más profundo los acontecimientos cotidianos.
Y en María contemplamos lo que el “espíritu de fe” significa en su decisión de
responder al llamado de Dios y de vivir su vida movida por Él.
Y es en su
Canto, el Magnificat, que Lucas pone en labios de la María este reconocimiento
de la Presencia de Dios tanto en la historia de su pueblo como en su
presente, y como esperanza y horizonte de sentido para todos, especialmente
para los más pobres. Es un canto que se sostiene en la armonía del
espíritu de fe.
Si el
Padre Chaminade, nuestro Padre y Fundador, viniera a visitarnos, ¿podría
también alegrarse porque ve entrar en el espíritu de fe cada vez más a
nuestras comunidades?.
Permitamos
que el Espíritu ilumine nuestra mirada, y nos ayude a reconocer en nuestra
historia personal y comunitaria la presencia de un Dios que nos ama y
nunca nos abandona. Que con espíritu de fe podamos contemplar nuestro
presente, y no quedarnos “con la parte del vaso que está vacía”, sino ser
agradecidos por todo lo que hemos recibido de la Vida y aceptemos no como
“falta” sino como desafío aquello que deseamos alcanzar.
Y que así
podamos ser profetas de esperanza, anunciando la Buena Noticia: Él está con
nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Ni las sombras ni las
dificultades por venir pueden apagar la Luz de su presencia. Nada podrá
apartarnos de su amor y su misericordia.
Que con
nuestra palabra y nuestra acción podamos anunciar en este tiempo cercano a la
Navidad esta Buena Noticia a los que han perdido la esperanza, a los que están
tristes y se sienten solos, a los que viven excluidos y rechazados.
Y para
entrar cada día más en este espíritu de fe que nos ayude a mirar y vivir la
vida desde el Evangelio tomemos como modelo a María. Como ella y con Ella
cantemos con alegría y de corazón:
«Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
48En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
(Lc. 1, 46-56)
Gloria al
Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era
en el principio, ahora y siempre,
y por los
siglos de los siglos.
Amén
AT sm
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