domingo, 10 de junio de 2012

“Por la fe nos alimentamos del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, y nuestra vida se convierte en vida de Jesucristo”


La chamifrase de la semana 45 -  Domingo 10 de Junio – Corpus Christi

“Por la fe nos alimentamos del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, y nuestra vida se convierte en vida de Jesucristo”
(Carta 1269 . 17 noviembre 1842 – A un religioso)


En la época del Padre Chaminade la veneración y adoración del misterio eucarístico primaba sobre la celebración comunitaria de la Eucaristía.  El sacerdote celebraba de espaldas a los fieles y el idioma era el latín.  Lo fieles ni siquiera comulgaban habitualmente, salvo que tuvieran un permiso especial para ello.  Es cierto que esta modalidad se extendió hasta hace unos 50 años. En algunos ambientes  todavía hoy se subraya la importancia del aspecto ritual y sacrificial  de la Santa Misa sobre la dimensión comunitaria y celebrativa de la Eucaristía. Parece a veces que algunos nostálgicos quisieran volver al Altar del Templo de Jerusalén (y al lugar santo donde sólo entraban los sacerdotes y por turno) olvidándose de la Mesa de la Última Cena y de la fracción del Pan de las primeras comunidades cristianas.

A pesar de las circunstancias históricas en las que vivió Guillermo José,  llama la atención su preocupación por encontrar un sentido más profundo y esencial en la experiencia de fe a la Eucaristía.  Y en este sentido supera la debida adoración al Santísimo Sacramento con un llamado a vivir en Cristo.  El Cuerpo y la Sangre de Cristo,  el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación, son signo sacramental, presencia real de Jesús, que no se queda en la Custodia o el Sagrario para la adoración de los fieles, sino que se entrega para habitar en el interior del que con fe se acerca a recibirlos.  Es por eso que nuestra vida se convierte en vida de Jesucristo. 

En otra ocasión, el Padre Chaminade afirma que “la Eucaristía es la prolongación de la Encarnación”.  Y no sólo en el sacramento eucarístico en sí, sino en la vida de los que en la fe seguimos las huellas de Jesús, reconociendo que Él no está al final del camino, sino que su Presencia habita en nosotros.  En nuestra humanidad se prolonga así el misterio de la Encarnación.  Y en la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo esta realidad se manifiesta sacramentalmente.

Que las palabras sencillas y concretas de nuestro Fundador, nos ayuden a vivir  nuestra vida de fe con profundidad y que el misterio de la Encarnación se prolongue a través de la experiencia eucarística en cada uno de nosotros.  Así, nuestra vida se convertirá en vida de Jesús, y será por sí misma anuncio misionero y  testimonio  evangelizador.

Te adoramos y te bendecimos Señor Jesús
en el Pan de Vida y en el Cáliz de Salvación
que nos ofrecen tu Presencia sacramental.

Te adoramos y te bendecimos Señor Jesús
en el interior de nuestro corazón,
donde has elegido prolongar el misterio de tu Encarnación.

Te adoramos y te bendecimos  Señor Jesús,
porque invitados a tu mesa en la fracción del Pan,
podemos experimentar lo que significa la “comunión”.

Te adoramos y te bendecimos Señor Jesús,
porque conociendo nuestras debilidades y pecados,
no elegiste ser “pan de los ángeles” o “premio de los santos”.

Te adoramos y te bendecimos Señor Jesús,
porque te ofrecés como alimento y como medicina del corazón,
y seguís eligiendo habitar en nuestra frágil humanidad.

Te adoramos y te bendecimos Señor Jesús,
porque nuestra vida se convierte en tu Vida,
y así es buena noticia para los que todavía no te pudieron encontrar.

Te adoramos y te bendecimos Señor Jesús…

AT. SM

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