domingo, 17 de junio de 2012

“Al tiempo que progresamos en el bien, debemos arrastrar a otros muchos en nuestra marcha”


La chamifrase de la semana 47

Domingo 17 de junio de 2012

“Al tiempo que progresamos en el bien, debemos arrastrar a otros muchos en nuestra marcha”
(Carta 445 – diciembre 1827 – A los Congregantes del Seminario de Auch)


La preocupación misionera de Guillermo José es permanente.  Y el compromiso con la evangelización no es una etapa final de la vida de fe.  La vida de fe no es sólo para crecer personalmente sino que al mismo tiempo que se va desarrollando tiene que ser convocante para los demás.  Mientras se crece en la fe y se va consolidando la propia opción personal, la propia vida se convierte en testimonio y está llamada a irradiar lo que está significando en uno mismo la presencia transformadora de la gracia de Dios. Nuestra vida debe contagiar a los demás el deseo de encontrar también para sus vidas ese sentido profundo y pleno que nosotros hemos encontrado.

El Padre Chaminade se dirige a un grupo de entusiastas congregantes del Seminario de Auch.  Son jóvenes que viven con un deseo profundo de entrega a Jesús y a su vocación.  Están felices de consagrarse de manera especial a María y se comprometen a vivir cada día con mayor fidelidad el camino que han elegido.  Guillermo José los alienta y anima en esta hermosa carta, y les da unos sabios consejos espirituales. Y no deja pasar la ocasión para preguntarles si los demás jóvenes del seminario viéndoles a ellos no han manifestado el deseo de unirse al grupo de congregantes.  Y por eso afirma:“Al tiempo que progresamos en el bien, debemos arrastrar a otros en nuestra marcha”.

Esta convicción de nuestro Fundador se mantuvo constante durante toda su vida.  La necesidad de contagiar a otros el entusiasmo de la fe y el llamado a la misión, es algo inherente a la vida cristiana.   Su pasión apostólica se manifiesta una y otra vez en esta iniciativa de “multiplicar los cristianos”.  No es una cuestión de proselitismo o de ambición vanidosa para agrandar su obra y ser reconocido.  La fe que se guarda en la mera vivencia individual se muere. La fe cristiana moviliza la existencia personal desde el centro más profundo de cada persona y está a llamada a comunicarse, en primer lugar, a través del testimonio en la vida cotidiana.

En nuestra Familia Marianista en ocasiones hemos perdido el rumbo marcado por el Padre Chaminade. Nos hemos entretenido en nuestras propias “experiencias” hacia adentro y en algunas ocasiones discutiendo quién pertenece y quién no a la Familia Marianista.  El auténtico marianista es aquel que con: su espíritu de fe encarnado en la realidad, su compromiso cotidiano vivido son sencillez, su actitud fraterna y comunitaria, su alegría por ser hijo de María, su pasión por la misión,… “arrastra a otros muchos en nuestra marcha”.

Dejemos que también la preocupación del Padre Chaminade se nos acerque en este momento de nuestra vida personal y comunitaria y animémonos a preguntarnos: Cuando los demás nos ven…. ¿experimentan el deseo de unirse a nuestra Familia y a nuestra misión?... 
Y renovemos con entusiasmo el deseo de nuestro Padre y Fundador: “Al tiempo que progresamos en el bien, debemos arrastrar a otros muchos en nuestra marcha”

Querido Guillermo José,
regálanos tu pasión misionera y tu preocupación permanente,
para que podamos también nosotros sentir la urgencia apostólica
de invitar a otros a recibir y vivir el Evangelio.

Querido Padre Chaminade,
despierta en la Familia Marianista el deseo de vivir con fidelidad
el don del carisma que el Espíritu nos ha regalado a través de tu vida,
y que nos animemos a ofrecerlo y compartirlo con sencillez y generosidad.

Querido Padre y Fundador,
queremos vivir con alegría y entusiasmo nuestra vocación marianista,
y tomar conciencia personal y comunitaria de tu invitación:
Al tiempo que progresamos en el bien, debemos arrastrar a otros muchos en nuestra marcha”

Amén.

AT. SM

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