jueves, 7 de junio de 2012

“Habrá que ir hasta el fin del mundo si Dios allí nos llama”


La chamifrase de la semana 44

“Habrá que ir hasta el fin del mundo si Dios allí nos llama”
                                                           
                                                         (Carta 233 - 31 marzo 1823. A David Monier).


El Padre Chaminade vivió con intensidad durante toda su vida su vocación misionera.  Así lo transmitió a sus discípulos con su conocida afirmación: “Todos son misioneros”.  Ese gran ardor misionero  lo llevó a pedir a la Santa Sede el título de “Misionero apostólico”. Un reconocimiento que se otorgaba a quienes eran enviados a territorios de misión y los habilitaba para llevar adelante acciones pastorales más allá de las jurisdicciones eclesiásticas. Ahora es interesante que sabiendo el alcance del mismo, Guillermo José, nunca manifestó su deseo de ir a otros países lejanos conocidos como “territorios de misión”, ni planificó grandes viajes apostólicos por el mundo para las primeras generaciones de marianistas. 

Para nuestro Fundador el “territorio de misión” no estaba lejos. La realidad social y cultural de su país era el lugar donde había que misionar con la misma audacia y pasión que si se fuera a misionar al Extremo Oriente.  Y ese llamado misionero era invitado a ir más allá de las estructuras y jurisdicciones eclesiásticas, y encarnarse en el “mundo”.  “Habrá que ir hasta el fin del mundo” para el Padre Chaminade no significaba salir en ese momento de las fronteras de Francia.  Ir hasta el fin del mundo significaba acercarse a las fronteras, no sólo geográficas, sino sociales y culturales de su época para encarnar allí la Buena Noticia. 

Al escribir esta frase se está refiriendo a la futura fundación en Saint Remy, que ciertamente era en el otro extremo de Francia, y para aquella época de una distancia geográfica considerable. Pero también puede referirse a las múltiples posibilidades de la nueva obra de llegar a diversas “fronteras”, como la de acompañar y formar a los maestros rurales de la zona para sostenerlos en su misión educadora.

Hoy también nosotros escuchamos las palabras del Padre Chaminade y afirmamos con él: “Habrá que ir hasta el fin del mundo si Dios allí nos llama”.  Y con la misma pasión misionera con la que partiríamos  a tierras lejanas si tuviéramos una vocación misionera ad gentes, entusiasmarnos con nuestro ser misionero y con audacia acercarnos a las fronteras del “mundo” en el que vivimos (las nuevas configuraciones familiares y sus necesidades, el mundo de los jóvenes de la era digital, la necesidad de una educación integral de los niños y adolescentes de los barrios más pobres de nuestras ciudades, etc.).


Señor, danos la gracia
de escuchar tu voz que nos invita a ir “hasta el fin del mundo”
para anunciar la Buena Noticia de tu Palabra,
más allá de nuestras seguridades y estructuras,
confiando en la presencia del Espíritu
y viviendo con entusiasmo nuestra vocación misionera.

Señor, necesitamos audacia apostólica
para comprometernos con la realidad en la que vivimos,
y hacerle lugar a tu Reino que ya está creciendo;
acercándonos sin temor a las “fronteras” de nuestro tiempo
para que desde ellas el Evangelio sea Buena Noticia para todos,
y caminemos juntos por la sendas de una Humanidad Nueva.
Amén.

AT sm


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