domingo, 29 de abril de 2012

“El Señor nos presenta una mies abundante pero somos muy pocos para cosecharla. Recojamos la que nos ofrece y procuremos reclutar buenos obreros: Rueguen al Dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha”


La chamifrase de la semana 40

Domingo 29 de abril de 2012 – Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

“El Señor nos presenta una mies abundante pero somos muy pocos para cosecharla. Recojamos la que nos ofrece y procuremos reclutar buenos obreros: Rueguen al Dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha”


(Carta 1209 - 26 junio 1840. Al P. Perrodin)

                                                                   
La Iglesia todos los años dedica especialmente el cuarto domingo de Pascua a la oración por las vocaciones.  Es cierto que el Reino de Jesús necesita obreros de todas las vocaciones y por todas ellas oramos: para que surjan y para que sean fieles.  Pero especialmente oramos por las vocaciones de especial consagración en la comunidad cristiana.  La disminución de los sacerdotes y religiosos/as ha ayudado a considerar la importancia de la vocación laical y su aporte específico en la Iglesia y en la sociedad. Hoy que los laicos han ido recuperando su lugar, necesitamos pedirle al Espíritu que suscite vocaciones consagradas, que vivan su identidad bautismal desde una entrega total al Proyecto del Reino de Jesús, siguiéndolo más de cerca, y siendo testigos que su Amor puede llenar toda una vida.
La permanencia de ciertas estructuras en la vida religiosa que no se resisten a dejarse transformar por una fidelidad creativa, y a la vez el “mal ejemplo” que algunos consagrados/as nos han legado, han desvirtuado el valor y la necesidad en la comunidad cristiana de personas que vivan una consagración especial. Es cierto que no es fácil en el ambiente cultural y social en el que vivimos que surjan vocaciones religiosas, pero también es cierto que una nueva sed de espiritualidad surge cada vez más profundamente desde los diversos rincones del mundo. 
Guillermo José daba una importancia fundamental a la vida religiosa en su proyecto misionero, era el núcleo que mantenía el fuego y podía desde su misma vida encender otros fuegos dentro de la Familia Marianista y fuera de ella.  Su actitud fue siempre comprometerse con las necesidades que se presentaban y a la vez a confiar convencido de que si no falta entrega y generosidad tampoco faltarán nuevos “trabajadores” que se sumen a la cosecha.  Es admirable como se anima a asumir ciertos compromisos misioneros confiando en las vocaciones que llegarían los años siguientes. 
En este tiempo que estamos viviendo, nuestro Fundador nos puede ayudar a los religiosos/as marianistas a vivir desde nuestra debilidad y pobreza con generosidad y entrega nuestra vida y nuestra misión; y a toda la Familia Marianista a orar confiados porque el Señor que nos soñó como Familia siga tocando el corazón de aquellos/as que llama a una vida de especial consagración dentro de ella.  Seguramente no serán los/as religiosos/as de hace 200 o 50 años, ni serán “perfectos” ni vendrán para retomar lo que los viejos religiosos hacían antes,… pero si oramos confiados y les hacemos lugar  no faltarán, y serán los que la Familia Marianista y la Iglesia necesitan hoy.



Padre Bueno y Misericordioso,
desde los inicios de la Iglesia tocaste el corazón de hombres y mujeres,
que se sintieron llamados a seguir más de cerca,
las huellas de tu Hijo Jesús.

A lo largo de la historia, las formas y los modos fueron cambiando,
pero nunca dejaste de convocar y sostener
personas que consagraran enteramente su vida al Reino de Jesús,
y con una dedicación especial a sus preferidos: los más pobres.

Hace doscientos años, a través del Padre Chaminade y la Madre Adela,
nos regalaste la vida religiosa marianista,
encarnada en hermanas y hermanos que viviendo en comunidad
se entregaran con entusiasmo a la misión de María.

Hoy, que hemos recuperado nuestra identidad más profunda
y compartimos la alegría de haber nacido para ser Familia,
te pedimos con fe renovada que toques el corazón de aquellos/as
que Tú sigues llamando a la vida religiosa marianista.

Amén

AT. sm

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