La chamifrase 105 – 23 de diciembre – NOVENA DE NAVIDAD 8
“Tenemos la fuente de todas las gracias en Jesucristo, que está en nosotros, que nos pertenece, y en cuya fuente tenemos el medio para beber; ese medio es la fe” (Carta 598 - 7 agosto 1831 - Al Sr. Etignard).
El Sr. Etignard está pasando un momento de crisis en su vida. Se le hace “espantosamente difícil” poder acertar en su discernimiento y en su fidelidad a su vocación. Le pide al Fundador que le permita hacer unos retiros especiales para poder encontrar el camino. Pero no quiere hacerlo en su comunidad por el posible “qué dirán” de los hermanos. La respuesta es contundente y sin vueltas. El problema es que a veces en el camino de la vida pretendemos seguir bebiendo de algunas fuentes que se han secado o buscamos beber de aquellas fuentes que no tienen las aguas de vida que realmente necesitamos. El Padre Chaminade en su respuesta es claro: “Tenemos la fuente de todas las gracias en Jesucristo”. Esa fuente jamás se agota, y siempre tenemos acceso a ella porque“está en nosotros, nos pertenece”. Y además tenemos el medio para beber de esa fuente: “ese medio es la fe”.
La fe nos ayuda a reconocer en Jesús esa fuente de donde proceden las gracias que necesitamos para vivir y ser felices. Tenemos que animarnos a beber de esa fuente, con la confianza en Dios que quiere llenar nuestra vida con su amor y transformarla con su Espíritu. El Señor obra su salvación en nosotros y nosotros “lo ayudamos” caminando desde le fe porque como afirma además Guillermo José: “Tenemos también el medio para acrecentarnuestra fe, para hacerla siempre más viva: son las buenas obras”.
Para el Padre Chaminade estos principios son fundamentales para comprender el dinamismo de nuestra vida cristiana. Sabemos que “la obra” en nosotros es esencialmente de Dios, pero necesitamos abrirnos a su acción y comprometernos en la misma dirección. Así se lo expresa al Sr. Etignard: “Cuando comprendas estos primeros principios ya no dirás "es difícil, y mucho menos, es espantosamente difícil".
Guillermo José, con su sabiduría adquirida en tantos años de acompañar a sus hijos/as espirituales, entiende que no es fácil para el Sr. Etignard comprender sus orientaciones. Sabe que en los momentos de crisis la capacidad de discernimiento está llena de nubarrones que no dejan ver la luz. Y se lo dice con total claridad: “No creas fácilmente que hay exageración en lo que te digo, ni que no te comprendo perfectamente. Eres tú. quien debe preguntarme si no me comprendes”.
En medio de las situaciones críticas de nuestra vida, tendremos que preguntarle al médico el origen de nuestras dolencias físicas y al psicólogo el origen de nuestros traumas,… pero para qué estamos en la vida y cuál es el camino que nos corresponde, tendremos que preguntarle al Señor Jesús, porque en Él “tenemos la fuente de todas las gracias”.
Los tiempos fuertes del año, como el tiempo de Pascua o de Navidad, son tiempos para que ayudados por la liturgia cristiana volvamos a beber de la fuente, por medio de la fe, renovando nuestra confianza en el Señor. Es el mejor modo de mantener el corazón “aceitado” para que cuando se acercan los nubarrones de las crisis podamos vivirlas y transitarlas con espíritu de fe.
Renovemos de la mano de nuestro Padre y Fundador nuestra esperanza y no nos entrampemos en “las dificultades”, porque “tenemos la fuente de todas las gracias en Jesucristo, que está en nosotros, que nos pertenece, y en cuya fuente tenemos el medio para beber; ese medio es la fe”.
Oremos con el Padre Chaminade (Escritos de Oración 567 b):
“Señor, Tú me estás viendo incesantemente;
me estás observando continuamente,
unas veces para librarme de las acechanzas de mis enemigos,
otras veces para inspirarme santos pensamientos,
o para sostenerme en mis luchas.
Y, sin embargo, no acierto a verte ¡Dios mío!...
Ya los estás viendo, Dios mío:
quiero considerarme como algo grande.
La vanidad llena mi corazón y el orgullo hincha mi espíritu…
Olvido que soy criatura y que Tú eres mi Creador.
Te olvido sin cesar y desconozco la mano paternal
que me alimenta, me viste, me defiende y me conserva.
¡Dios mío! Haz que yo me vea a mí mismo tal como soy…
Haz Señor que yo te conozca y que me conozca.
Creo en tu divina presencia;
pero mis obras atestiguan que miserable y que imperfecta es mi fe.
Mi orgullo mismo no me permite ponerlo en duda.
Auméntame, pues, la fe. Haz que sea más operante.”
Amén
ATsm
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