domingo, 11 de enero de 2015

“Dios nos da su fuerza en la medida del convencimiento interior y sentido de nuestra debilidad”. (Carta 100 - 3 agosto 1818. A Madre Teresa).

La chamifrase de la semana 129 – Domingo 11 de enero de 2015

“Dios nos da su fuerza en la medida del convencimiento interior y sentido de nuestra debilidad”. (Carta 100 - 3 agosto 1818. A Madre Teresa).

Dios actúa en nuestra vida teniendo en cuenta nuestra propia situación personal.  Él respeta nuestra libertad y aunque nunca nos abandona, espera que le abramos la puerta de nuestro interior para regalarnos sus dones.  El Padre Chaminade fue un hombre de fe e invitaba permanentemente a sus seguidores a vivir de la fe y poner toda la confianza en el Señor, reconociendo que en el proceso para conseguirlo era necesario aceptar la propia condición humana y la necesidad de la presencia sanadora y transformadora de Dios.   

Una clásica sentencia teológica nos recuerda que “la gracia supone la naturaleza”. Podríamos releerla con espíritu chaminadiano diciendo que “la gracia supone el reconocimiento de nuestra naturaleza”. Y por eso  Guillermo José afirma que “Dios nos da su fuerza en la medida del convencimiento interior y sentido de nuestra debilidad”.  Y agrega además: “Espera todo de Dios, Padre bueno y compasivo, y nada bueno de ti. Cuanto más te conozcas, menos confianza tendrás en tus fuerzas. Y si la luz divina fuese en ti lo bastante fuerte como para hundirte a fondo en el abismo de tu nada y de tus miserias, tu confianza en Dios sería tu único apoyo. ¡Qué fuerte serías entonces!”.  Está claro que el conocimiento interior capaz de reconocer nuestra propia fragilidad y debilidad es condición necesaria para crecer en la confianza auténtica en Dios.  ¡Cuántas veces expresamos que queremos cambiar ciertas actitudes personales, que deseamos abandonar ciertos complejos y necesitamos superar algunas situaciones que no nos dejan ser libres y vivir más plenamente! ¡Cuántas veces le pedimos al Señor que nos ayude, que nos libere, que trasforme nuestro corazón! ¡Y cuántas veces seguimos dejándonos manejar por nuestras compulsiones y conflictos interiores, y no terminamos de abandonarnos en las manos de nuestro Dios!

Quizás estas palabras nos pudieran llevar a cierta resignación o a una concepción pesimista de nuestra humanidad.  Alertándonos de esta trampa, el Padre Chaminade, termina diciendo: “Ahora bien, la desconfianza en nosotros mismos que no está equilibrada por la confianza en Dios, sino que produce abatimiento y desánimo, no es fruto de la verdadera humildad. Todo lo más podría ser su aborto”. No se trata de despreciar nuestra humanidad sino de reconocer su naturaleza abierta a la acción transformadora de la presencia del Señor en nuestras vidas. Cuando nos conocemos y reconocemos nuestra debilidad podemos encontrar la fuerza en el Señor.  El consejo chaminadiano nos recuerda la experiencia paulina: “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2Cor 12,10).
De la mano de Guillermo José renovemos nuestra confianza en el Señor que amorosa  y gratuitamente “nos da su fuerza en la medida del convencimiento interior y sentido de nuestra debilidad”. Lo podemos hacer sencillamente repitiendo o cantando una y otra vez en nuestra interior esta hermosa antífona (puedes encontrar diversas versiones en internet para ayudarte en la oración).

“En mi debilidad me haces fuerte.

En mi debilidad me haces fuerte.

Sólo en tu amor me haces fuerte

Sólo en tu vida me haces fuerte.

En mi debilidad te haces fuerte en mí”

                                                                                                          AT sm

domingo, 4 de enero de 2015

“Que el nuevo año que te deseo sea de los mejores para el tiempo y la eternidad, para el cuerpo y para el alma”. (Carta 497, 15 de enero de 1830, al P. Lalanne)


La chamifrase de la semana 128  - 4 de enero de 2015

“Que el nuevo año que te deseo sea de los mejores para el tiempo y la eternidad, para el cuerpo y para el alma”. (Carta 497, 15 de enero de 1830, al P. Lalanne)

 Un nuevo año comienza, y durante estos primeros días de enero deseamos una y otra vez los mejores deseos a las personas con las que nos encontramos o a quienes nos acercamos con algún mensaje o llamada especial.  Desear un buen año y recibir los deseos de felicidad que nos regalan los demás nos ensancha el corazón y nos ilumina la mirada.  Las quejas del año que terminó se esfuman y experimentamos la alegre sensación de que algo nuevo y bueno está comenzando.  ¿Cómo sostener durante el año esta experiencia y no dejarnos arrastrar por el pesimismo que las dificultades y los problemas nos traerán con la rutina cotidiana? ¿Cómo vivir y hacer realidad estos deseos intercambiados en estos días, y no resignarnos y comenzar a esperar que este año termine lo antes posible para ver si el próximo nos trae la felicidad?

El Padre Chaminade nos ofrece una clave en este augurio de año nuevo que le regala al Padre Lalanne.  No le desea nada en concreto, sino que este año que comienza “sea de los mejores para el tiempo y la eternidad, para el cuerpo y para el alma”. Guillermo José comprende que la auténtica felicidad está en vivir auténticamente, con sentido, y unificando nuestra existencia en cada paso de la vida que transitamos.  ¡Cuánto daño ha hecho a la experiencia humana y a la fe cristiana la división entre lo temporal y lo eterno, entre el cuerpo y el alma, entre lo material y lo espiritual!  Tanto el materialismo ateo que algunas décadas atrás se convirtió en el paraíso perdido de muchos que buscaban vivir más sinceramente la existencia humana como el espiritualismo postmoderno que busca desencarnarse para vivir “la verdad del ser”, nos alejan de nuestra realidad única y esencial: nuestra humanidad.

Guillermo José sabe que las preocupaciones y proyectos del Padre Lalanne ocupan su tiempo y su agenda, y por otro lado cumple con los deberes de oración y sus prácticas religiosas.  Pero esa tensión que experimenta en los momentos de tomar decisiones, expresan una falta de unificación en su vida personal.  Y por eso aprovecha el saludo de inicio del año, para ayudarlo a encaminar su vida, animándolo a unificar en su experiencia vital “el tiempo y la eternidad”, comprendiendo la necesidad de satisfacer a la par los requerimientos “del cuerpo y del alma”. 

Al inicio de este nuevo año tenemos la oportunidad de renovar nuestro propio deseo de vivir más auténticamente, con mayor plenitud e intensidad nuestras vidas. De la mano de Guillermo José, dispongámonos para que este año que comienza, “sea de los mejores para el tiempo y la eternidad, para el cuerpo y para el alma”, y así no estaremos dentro de un tiempo esperando que el año se termine y venga el próximo, sino que en cada momento de nuestra vida, en los más concretos  de nuestra rutina cotidiana como en los grandes acontecimientos,  podremos vivir con la hondura y la espesura de quien busca sencillamente vivir nuestra realidad única y esencial: nuestra humanidad.

 
Señor, al iniciar un nuevo año

el corazón se ensancha y la mirada se ilumina

con tantos buenos deseos regalados y recibidos.

Necesitamos que la experiencia de estos días

no se esfume cuando las dificultades

aparezcan en nuestra vida concreta y cotidiana.

 
Señor, ayúdanos a disponernos

para que este año que comienza

“sea de los mejores para el tiempo y la eternidad,

para el cuerpo y para el alma”,

viviendo con intensidad y sentido

cada paso que nos toque transitar en la vida.

 
Señor, necesitamos convertir el deseo

de un feliz y buen año nuevo

en compromiso cotidiano con nuestra propia existencia,

animándonos a transformar la tendencia a perdernos

y desintegrarnos de nuestro centro personal,

para vivir unificados y caminando hacia la plenitud.

 
Señor, contamos con tu presencia y tu bendición,

en Ti encontramos el fundamento y el sostén

para afirmar nuestra vida,

e impulsados por tu Espíritu

decidirnos a vivir con hondura e intensidad

cada momento, cada día, cada mes de este nuevo año.

                                                                      Amén.

                                                                                                    ATsm
Con el inicio del 2015 vuelve la chamifrase de la semana para acompañarte en tu caminar y en tu crecimiento. 

Pronto se sumarán “Los ecos de Adela”, una nueva propuesta semanal para complementar y profundizar en nuestra vivencia cristiana y marianista.

Si todavía no tienes tu ejemplar de la primera recopilación de chamifrases, no dejés de escribirnos.

martes, 21 de octubre de 2014

El libro de las CHAMIFRASES

Queridos amigos ¡!

Retomamos el contacto con una linda noticia y es que ya está disponible el libro de las Chamifrases!!
El mismo además de tener todas las chamifrases enviadas hasta este momento, tiene también un índice temático que facilita el uso personal y pastoral de las mismas. 

Esta publicación recoge la recopilación de las chamifrases y deseamos que pueda ser un instrumento en tu camino personal , comunitario y animando la vida marianista desde el lugar que María nos ha convocado.

Está en tus manos y necesita de tu propia impronta para compartirlo y permitir que la presencia de nuestro Padre y Fundador, llegue al corazón de otras personas.

 
Para conseguirlo te puedes comunicar al mail: chamifrase@gmail.com

domingo, 3 de agosto de 2014

“Nos consideramos llamados por María misma a secundarla con todas nuestras fuerzas…”(Carta 1163 - 24 de agosto de 1839. A los predicadores de Retiros)


La chamifrase de la semana 127 – Primera semana de agosto de 2014 – Iniciando la segunda parte del año escolar.

“Nos consideramos llamados por María misma a secundarla con todas nuestras fuerzas…”(Carta 1163 - 24 de agosto de 1839. A los predicadores de Retiros)

Para el Padre Chaminade la presencia de María en nuestra misión educativa es fundamental.  En primer lugar porque es su misma razón de ser. La misión es de María, nosotros hemos sido llamados a secundarla como sus “auxiliares o colaboradores”. Y esta vocación a ser “misioneros de María” se despliega educando,  porque hemos escuchado a María que nos dice “Hagan lo que Él les diga”.  Así en la acción educativa cotidiana concretamos nuestra vocación.  Esta conclusión para nuestro Fundador es tan propia de nuestra Familia, que los primeros religiosos hacían un voto especial: el de enseñanza.  Y así lo explicaba: “Para responder a las palabras de María: Hagan todo lo que Él les diga, este voto llega a todas las clases, sexos y edades, pero sobre todo a la juventud y a los pobres”.

En segundo lugar la presencia de María pasa también por la experiencia personal de cada educador marianista, que como el discípulo amado al pie de la Cruz recibe a María “en su propia casa”, en su propia vida y se deja formar por Ella a imagen de Jesús. Y con Ella se siente llamado a vivir una verdadera “alianza” para ayudarla en su misión.  Esta presencia maternal también la comparte con un profundo sentido comunitario con otros hermanos y hermanas con un particular y característico “espíritu de familia”.
En tercer lugar María es también “nuestra inspiración y nuestro modelo”, y por eso  en nuestra misión educativa nos esforzamos por crecer en sus virtudes: la fe que asume riesgos, la docilidad al Espíritu y la delicadeza humana abierta a toda necesidad.  La ternura de María se manifiesta en la presencia real y activa del educador marianista con las personas y el ámbito en el que ejerce su misión. La disponibilidad para el servicio y la sencillez en la vida personal y comunitaria nos hablan también de una presencia de María que nos ayuda a desarrollar una mirada de fe sobre la realidad, y unos vínculos y un modelo organizacional que superan la mera estructura institucional de nuestros centros educativos. Es por eso que en ellos intentamos reflejar en nuestras relaciones un “estilo mariano” y en nuestra organización “un modelo mariano de Iglesia”.
La presencia de María en la pedagogía propuesta por el Padre Guillermo José Chaminade está íntimamente ligada a nuestra vocación marianista, por eso no puede estar desvinculada de la experiencia personal y comunitaria del educador marianista, y desde allí considerarla como “inspiración y modelo” no es solo una cuestión de imitación piadosa sino de profundo sentido espiritual.  Porque es a través de nuestra acción educativa que concretamente María lleva adelante su misión: dando a luz a Jesús en el corazón de cada uno y en el mundo de hoy.

La expresión sencilla y profunda de la presencia de María en nuestra misión educativa marianista es un buen indicador de que el carisma recibido por nuestro Fundador hace dos siglos, sigue vivo y tiene futuro.

María, Madre nuestra,

somos tus hijos y tus misioneros,

y nos sentimos llamados por Ti misma

a secundarte con todas nuestras fuerzas

en tu misión a través de la educación.

 María, somos tus hijos,

como el discípulo amado te reconocemos como nuestra Madre,

y deseamos que nos formes a imagen de tu Hijo Jesús,

para que motivados por sus mismos sentimientos

seamos testimonio cada día de su Presencia entre nosotros.

 María, somos tus misioneros,

seguimos escuchando con atención tus palabras:

“Hagan lo que Él les diga”,

y con alegría hacemos presente tu ternura maternal

con las personas y en los ámbitos donde concretamos nuestra misión.

 María, somos tu Familia,

y nos comprometemos a que este “espíritu” que nos caracteriza

se encarne en nuestras relaciones y en nuestras planificaciones,

en nuestra estructura institucional y en la toma de decisiones,

y sostenga con sentido nuestro Proyecto Educativo Pastoral.

Amén
                                                                                                        AT sm

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miércoles, 30 de julio de 2014

“Después de un breve momento de buenos propósitos, es necesario ponernos a hablar de negocios… ¡Dichosos los que pueden pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar la presencia de Dios!” (Carta 391 - 11 abril 1826. A O’ Lombel).


La chamifrase 126 – Miércoles 30 de julio – Taller de oración XIV

 “Después de un breve momento de buenos propósitos, es necesario ponernos a hablar de negocios… ¡Dichosos los que pueden pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar la presencia de Dios!” (Carta 391 - 11 abril 1826. A O’ Lombel).

El Padre Chaminade vuelve una y otra vez al tema de la presencia de Dios en nuestra vida.  Un prólogo fundamental en la escuela de oración marianista y un pilar necesario en la acción misionera.  En este caso, no duda también en cuestiones de negocios, de proponer la necesidad de vivirlas en la presencia de Dios.  Conociendo bien a Guillermo José sabemos que no se trata de una actitud espiritualista sino de una convicción profunda en la necesidad de encarnar nuestra fe en la vida cotidiana.

Los cristianos muchas veces hemos insistido exageradamente en la división entre lo espiritual y lo material, entre lo sagrado y lo profano.  Hemos exacerbado una división que no es heredera de la antropología bíblica sino de la filosofía griega.  Y así hemos intentado una espiritualidad desencarnada de la vida y una vida sin el sostén y el horizonte de sentido de una auténtica espiritualidad.  El momento religioso (como la oración personal, la celebración de la Misa) queda circunscripto a los ámbitos sagrados, y el resto de nuestra vida “profana” a lo sumo bajo la orientación de algunos “valores humanos”.  Para el Padre Chaminade la necesidad de vivir en la presencia de Dios confirma el lema marianista que enuncia que el corazón de nuestra espiritualidad es el misterio de la Encarnación. No es solo barnizar de espíritu cristiano la realidad concreta de nuestras vidas sino encarnar en ella el germen de la Vida, que es la misma presencia de Dios.

¿Pero en asuntos de negocios donde las reglas de juego muchas veces son tan distintas? ¿No es una ingenuidad? ¿Qué puede saber un cura de hace doscientos años de cómo moverse en estos ámbitos?  Ciertamente el mundo ha cambiado mucho.  Pero sabemos muy bien que el Padre Chaminade no ha sido solamente un cura de sacristía y que durante su larga vida no pocas veces tuvo que estar metido entre cuestiones administrativas, préstamos, acciones inmobiliarias, litigios financieros… en los que se encontró acompañando el crecimiento vertiginoso de sus fundaciones.  Y su convicción es que no sólo como sacerdote estaba llamado a vivir las conversaciones materiales en la presencia de Dios sino que era un llamado a todo cristiano.  Porque las cosas materiales son parte de nuestra realidad humana y en ellas debe manifestarse también el Reino de Dios.  ¡Cómo cambiarían las consecuencias de las decisiones económicas y financieras en el mundo si sus responsables, especialmente los que se proclaman “cristianos”, vivieran su compromiso con la fe sin abandonar la presencia de Dios en su accionar.

Ahora es cierto que no se puede tranquilamente hablar de negocios sin perder la presencia de Dios si no se cultiva una vida interior y espacios concretos de oración personal y lectura de la Palabra de Dios.  Y esto exige esfuerzo, compromiso, voluntad, y también pedir la gracia de vivir en la Presencia del Señor,… por eso el Padre Chaminade no duda en decirle a su destinatario: “Esto es lo que deseo que le conceda el Señor”. Animados por nuestro Padre y Fundador pidamos al Señor que nos conceda la gracia “de pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar” su Presencia. Y de nuestra parte pongamos atención y compromiso para que este deseo se haga realidad.

 Siguiendo las orientaciones del Padre Chaminade cultivemos el hábito de recordar que estamos en la presencia de Dios: al comenzar el día, al salir de casa, al llegar al trabajo, al encontrarnos con alguien, al ocuparnos de los negocios, al pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales.  Sencillamente basta con actualizar en el pensamiento alguna frase como “Renuevo Señor mi fe en tu Presencia” o algún acto sencillo de fe, y dejarlo resonar unos segundos en el corazón.

Una forma distinta es también cantar interiormente algún canto o estribillo con el mismo sentido, como por ejemplo el tan conocido “Dios está aquí”:

 

“Dios está aquí,

tan cierto como el aire que respiro,

tan cierto como la mañana se levanta,

tan cierto como yo le amo y Él me ama a mí”

                                                  AT sm

 

domingo, 27 de julio de 2014

“Si renunciamos a los principios, lo perdemos todo” (Carta 735 - 18 abril 1834. Al P. Lalanne).


La chamifrase 125 – Domingo 27 de julio - 
“Si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”  (Carta 735 - 18 abril 1834. Al P. Lalanne).

El Padre Chaminade responde al Padre Lalanne acerca de una serie de asuntos administrativos pero que suponen también algunas cuestiones comunitarias y personales.  Con serenidad y con una visión coherente y prudente el Fundador le recuerda que aún cuando podrían justificarse ciertas acciones que aminoren el efecto de algunas situaciones conflictivas, no puede renunciarse a los principios que sostienen nuestra vida y nuestra misión.  Ni siquiera un posible “bienestar individual” es una razón confiable para apartarse de los fundamentos, porque no estamos solos en el mundo, y nos debemos también al tejido de vínculos afectivos y comunitarios que sostienen la trama de nuestra vida.  Por eso no duda en afirmar que “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Guillermo José conoce bien la realidad de nuestra condición humana y la contradicción inherente a ella misma, que tan claramente expresaba San Pablo en los albores del cristianismo: “Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rm 7,19). Y conoce también que en los vericuetos del corazón la tendencia a justificar nuestras decisiones y conductas apartadas de los principios evangélicos es también una manifestación habitual.  Él mismo reconoce en su carta que en algunas situaciones decidió y obró apártandose de ciertos principios, aplicando supuestamente “la ley del mal menor” pero que los frutos no fueron los esperados.   Por eso no hay que escandalizarse porque en la vida personal o en la vida de personas cercanas esta dinámica se haga presente.  Lo preocupante es cuando no somos capaces de reconocerla, de aceptar nuestra contradicción humana y nuestras justificaciones que intentan actuar como “barniz santificador” de nuestras acciones.  Y lo dramático es cuando no sólo no se la reconoce sino que se la anuncia y proclama como una noticia positiva y liberadora, y hasta metiendo a Dios en el medio justificando la “felicidad” conseguida.  En estas situaciones no hay lugar para la sanación interior, ni para el prudente discernimiento del camino a recorrer ni para construir “sobre roca” la propia existencia. Por eso el Padre Chaminade, sin una postura recalcitrante ni anticuada, sino sencillamente realista no duda en afirmar que “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Nos encontramos hoy con una sensibilidad exagerada y una susceptibilidad desmedida frente a acciones y situaciones necesitadas en primer lugar de una sana autocrítica y de una aceptación cordial de la crítica constructiva que pueden aportarnos los demás.  Es cierto que en otros contextos, que ya son parte de la historia, los juicios sobre las personas en nombre de los principios religiosos, familiares o sociales destruían muchas existencias.  Todavía hoy corremos el peligro de cierto “puritanismo” en nuestros ambientes.  Pero a veces nos hemos pasado al otro extremo, nada es plausible de una crítica constructiva porque es una ofensa a la persona que “libremente” decide sobre su propio destino.

Aceptar con realismo las contradicciones de nuestra vida y de la vida de los demás no implica un juicio descalificativo a nuestro “ser humano”.  Nombrar “las acciones por su nombre” no implica descartar el respeto y la comprensión hacia la persona que es responsable de las mismas. Aceptar la realidad del pecado y confesarlo como tal, no se contradice con la aceptación misericordiosa de quien tiene la responsabilidad (personal o colectiva) sobre el mismo.  Los fundamentos éticos y morales de la vida personal, comunitaria y social no pueden ser desechados con tanta liviandad, aun cuando haya una búsqueda sincera de la felicidad. Porque desde el inicio esa búsqueda estará viciada en sí misma y será un obstáculo para construir aquello que con tanta vehemencia se desea.

Escuchemos a nuestro Padre y Fundador, vivamos con realismo nuestra vida, aceptando cordialmente la contradicción inherente a nuestra propia naturaleza humana, porque en esa misma realidad de nuestra vida reside la esperanza de desplegar lo mejor que hay en esa misma condición humana, creada “a imagen y semejanza” de su creador.   Si perdemos el rumbo, si justificamos nuestras propias bajezas, dificilmente podremos construir una vida en la confianza y con esperanza.  Solo podremos construir “castillos en el aire”, porque “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Hagamos un momento de silencio, y en la presencia amorosa y misericordiosa de nuestra Dios presentémonos con nuestra propia realidad, con sus luces y con sus sombras, con nuestras infidelidades al proyecto del Reino y con nuestra adhesión profunda a su Persona.  Solos frente a Él, que conoce hasta lo más profundo de nuestro ser, bajemos los muros de las justificaciones y dejemos que su gracia sane nuestro corazón y nos levante despertando la luz auténtica que habita en cada ser humano, y con la fuerza de su Espíritu que es verdad y auténtica libertad, repitamos con humildad y confianza: “si somos fieles a tus principios, lo ganamos todo”.  Amén.

AT sm