La chamifrase 125 – Domingo 27 de julio -
“Si renunciamos a los principios, lo perdemos todo” (Carta
735 - 18 abril 1834. Al P. Lalanne).
El Padre Chaminade responde al Padre
Lalanne acerca de una serie de asuntos administrativos pero que suponen también
algunas cuestiones comunitarias y personales. Con serenidad y con una
visión coherente y prudente el Fundador le recuerda que aún cuando podrían
justificarse ciertas acciones que aminoren el efecto de algunas situaciones
conflictivas, no puede renunciarse a los principios que sostienen nuestra vida
y nuestra misión. Ni siquiera un posible “bienestar individual” es una
razón confiable para apartarse de los fundamentos, porque no estamos solos en
el mundo, y nos debemos también al tejido de vínculos afectivos y comunitarios
que sostienen la trama de nuestra vida. Por eso no duda en afirmar que “si
renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.
Guillermo José conoce bien la realidad
de nuestra condición humana y la contradicción inherente a ella misma, que tan
claramente expresaba San Pablo en los albores del cristianismo: “Y así, no
hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rm 7,19). Y conoce
también que en los vericuetos del corazón la tendencia a justificar nuestras
decisiones y conductas apartadas de los principios evangélicos es también una
manifestación habitual. Él mismo reconoce en su carta que en algunas
situaciones decidió y obró apártandose de ciertos principios, aplicando
supuestamente “la ley del mal menor” pero que los frutos no fueron los
esperados. Por eso no hay que escandalizarse porque en la vida
personal o en la vida de personas cercanas esta dinámica se haga
presente. Lo preocupante es cuando no somos capaces de reconocerla, de
aceptar nuestra contradicción humana y nuestras justificaciones que intentan
actuar como “barniz santificador” de nuestras acciones. Y lo dramático es
cuando no sólo no se la reconoce sino que se la anuncia y proclama como una
noticia positiva y liberadora, y hasta metiendo a Dios en el medio justificando
la “felicidad” conseguida. En estas situaciones no hay lugar para la
sanación interior, ni para el prudente discernimiento del camino a recorrer ni
para construir “sobre roca” la propia existencia. Por eso el Padre Chaminade,
sin una postura recalcitrante ni anticuada, sino sencillamente realista no duda
en afirmar que “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.
Nos encontramos hoy con una
sensibilidad exagerada y una susceptibilidad desmedida frente a acciones y
situaciones necesitadas en primer lugar de una sana autocrítica y de una
aceptación cordial de la crítica constructiva que pueden aportarnos los
demás. Es cierto que en otros contextos, que ya son parte de la historia,
los juicios sobre las personas en nombre de los principios religiosos,
familiares o sociales destruían muchas existencias. Todavía hoy corremos el
peligro de cierto “puritanismo” en nuestros ambientes. Pero a veces nos
hemos pasado al otro extremo, nada es plausible de una crítica constructiva
porque es una ofensa a la persona que “libremente” decide sobre su propio
destino.
Aceptar con realismo las contradicciones
de nuestra vida y de la vida de los demás no implica un juicio descalificativo
a nuestro “ser humano”. Nombrar “las acciones por su nombre” no implica
descartar el respeto y la comprensión hacia la persona que es responsable de
las mismas. Aceptar la realidad del pecado y confesarlo como tal, no se
contradice con la aceptación misericordiosa de quien tiene la responsabilidad
(personal o colectiva) sobre el mismo. Los fundamentos éticos y morales
de la vida personal, comunitaria y social no pueden ser desechados con tanta
liviandad, aun cuando haya una búsqueda sincera de la felicidad. Porque desde
el inicio esa búsqueda estará viciada en sí misma y será un obstáculo para
construir aquello que con tanta vehemencia se desea.
Escuchemos a nuestro Padre y Fundador,
vivamos con realismo nuestra vida, aceptando cordialmente la contradicción
inherente a nuestra propia naturaleza humana, porque en esa misma realidad de
nuestra vida reside la esperanza de desplegar lo mejor que hay en esa misma
condición humana, creada “a imagen y semejanza” de su creador. Si
perdemos el rumbo, si justificamos nuestras propias bajezas, dificilmente
podremos construir una vida en la confianza y con esperanza. Solo
podremos construir “castillos en el aire”, porque “si renunciamos a los
principios, lo perdemos todo”.
Hagamos un momento de silencio, y en la
presencia amorosa y misericordiosa de nuestra Dios presentémonos con nuestra
propia realidad, con sus luces y con sus sombras, con nuestras infidelidades al
proyecto del Reino y con nuestra adhesión profunda a su Persona. Solos
frente a Él, que conoce hasta lo más profundo de nuestro ser, bajemos los muros
de las justificaciones y dejemos que su gracia sane nuestro corazón y nos
levante despertando la luz auténtica que habita en cada ser humano, y con la
fuerza de su Espíritu que es verdad y auténtica libertad, repitamos con
humildad y confianza: “si somos fieles a tus principios, lo ganamos todo”. Amén.
AT sm
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