“Dios nos da su fuerza en la medida del convencimiento interior y
sentido de nuestra debilidad”. (Carta 100 -
3 agosto 1818. A Madre Teresa).
Dios actúa en nuestra vida teniendo en cuenta nuestra propia situación
personal. Él respeta nuestra libertad y aunque nunca nos abandona, espera
que le abramos la puerta de nuestro interior para regalarnos sus dones.
El Padre Chaminade fue un hombre de fe e invitaba permanentemente a sus
seguidores a vivir de la fe y poner toda la confianza en el Señor, reconociendo
que en el proceso para conseguirlo era necesario aceptar la propia condición
humana y la necesidad de la presencia sanadora y transformadora de Dios.
Una clásica sentencia teológica nos recuerda que “la gracia supone la
naturaleza”. Podríamos releerla con espíritu chaminadiano diciendo que “la
gracia supone el reconocimiento de nuestra naturaleza”. Y por eso
Guillermo José afirma que “Dios nos da su fuerza en la medida del
convencimiento interior y sentido de nuestra debilidad”. Y agrega
además: “Espera todo de Dios, Padre bueno y compasivo, y nada bueno de ti.
Cuanto más te conozcas, menos confianza tendrás en tus fuerzas. Y si la luz
divina fuese en ti lo bastante fuerte como para hundirte a fondo en el abismo
de tu nada y de tus miserias, tu confianza en Dios sería tu único apoyo. ¡Qué
fuerte serías entonces!”. Está claro que el conocimiento interior
capaz de reconocer nuestra propia fragilidad y debilidad es condición necesaria
para crecer en la confianza auténtica en Dios. ¡Cuántas veces expresamos
que queremos cambiar ciertas actitudes personales, que deseamos abandonar
ciertos complejos y necesitamos superar algunas situaciones que no nos dejan
ser libres y vivir más plenamente! ¡Cuántas veces le pedimos al Señor que nos
ayude, que nos libere, que trasforme nuestro corazón! ¡Y cuántas veces seguimos
dejándonos manejar por nuestras compulsiones y conflictos interiores, y no
terminamos de abandonarnos en las manos de nuestro Dios!
Quizás estas palabras nos pudieran llevar a cierta resignación o a una
concepción pesimista de nuestra humanidad. Alertándonos de esta trampa,
el Padre Chaminade, termina diciendo: “Ahora bien, la desconfianza en
nosotros mismos que no está equilibrada por la confianza en Dios, sino que
produce abatimiento y desánimo, no es fruto de la verdadera humildad. Todo lo
más podría ser su aborto”. No se trata de despreciar nuestra humanidad sino
de reconocer su naturaleza abierta a la acción transformadora de la presencia
del Señor en nuestras vidas. Cuando nos conocemos y reconocemos nuestra
debilidad podemos encontrar la fuerza en el Señor. El consejo
chaminadiano nos recuerda la experiencia paulina: “porque cuando soy débil,
entonces soy fuerte” (2Cor 12,10).
De la mano de Guillermo José renovemos nuestra confianza en el Señor que
amorosa y gratuitamente “nos da su fuerza en la medida del
convencimiento interior y sentido de nuestra debilidad”. Lo podemos hacer
sencillamente repitiendo o cantando una y otra vez en nuestra interior esta
hermosa antífona (puedes encontrar diversas versiones en internet para ayudarte
en la oración).
“En mi debilidad me haces fuerte.
En mi debilidad me haces fuerte.
Sólo en tu amor me haces fuerte
Sólo en tu vida me haces fuerte.
En mi debilidad te haces fuerte en mí”
En mi debilidad me haces fuerte.
Sólo en tu amor me haces fuerte
Sólo en tu vida me haces fuerte.
En mi debilidad te haces fuerte en mí”
AT sm
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