Las
chamifrases de la semana en el Año de la FE
La
chamifrase de la semana 76 – Domingo 7 de julio de 2013
“¡Animo, querido hijo! Los
apóstoles, cuando iban a su misión, lloraban y gemían; pero ¡cuál no sería su
alegría, nos dice el Espíritu Santo, en la abundante cosecha que recogieron!”
(Carta 426 – 10 de
enero de 1827 – Al Sr. Clouzet)
El Padre Chaminade anima a uno de sus
discípulos que en ese momento se encontraba en la gran misión de Saint
Remy. Apela a la imagen bíblica de los
apóstoles enviados por Jesús, quien les advirtió con realismo: “Miren que
los envío como a ovejas en medio de lobos” y les exigió que fueran con
sencillez y pobreza (cfr. Lc. 10, 1-20).
Ir a la misión de verdad, como los discípulos de Jesús cuesta. Implica
despojarse de nuestras comodidades y de nuestras seguridades. Exige saber relativizar nuestras propias
posturas y miradas, abandonar los prejuicios y abrirse a la novedad del
Evangelio que se abre paso y se transforma en anuncio de vida y esperanza para
todos: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”.
A estas dificultades que supone el “salir a misionar” las asocia
Guillermo José a las tareas campestres a la que está asociada la misión de los
apóstoles: “La mies es abundante y los obreros son pocos”. Y en ese ir y
volver le resuenan también las palabras del salmista que bien pueden
identificar los sentimientos de toda dinámica misionera: “Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas” (Salmo 126, 5-6).
Si no hay “lágrimas y gemidos” o sea: si no hay esfuerzo, capacidad de
dejar los propios intereses, abandonar las comodidades y seguridades a las que
nos hemos habituado, acercamiento y empatía con los que más sufren en este
mundo,… difícilmente podamos transmitir en profundidad el mensaje del
Evangelio. Seguiremos “barnizando” una
vida cristiana mediocre y que no transforma el corazón del ser humano. Pero no
confundamos “lágrimas y gemidos” con una visión tremenda y pesimista de la vida
del misionero. Algunos se contentan con
poner la mirada en las dificultades del mundo de hoy y la consecuente poca
eficacia del trabajo misionero para quedarse instalados en una nostalgia
desesperanzadora y una queja permanente e inmovilizadora.
Por eso Guillermo José no duda en afirmar a su discípulo:
“Serás como los apóstoles, querido hijo. Siembras con lágrimas y gemidos; pero la bendición de
Dios te dará una abundante cosecha, y su recompensa será una purísima alegría”. Y vuelve a insistir: “pero ¡penétrate bien
del espíritu de los apóstoles!”.
Necesitamos “penetrarnos bien del espíritu de los apóstoles” para que
el signo más genuino que estamos en misión abriéndole paso al Reino de Jesús
sea la alegría de evangelizar, y no la queja y el pesimismo que se nos cuela a
veces personal y comunitariamente. La
alegría es el signo más elocuente de que hemos escuchado el llamado de Jesús a
ser sus discípulos, que Él nos ha enviado “como a ovejas en medio de lobos”,
de manera sencilla y en pobreza, para anunciar que “El Reino de Dios está
cerca de ustedes”; y que en esa misión somos testigos de la acción
transformadora y sanadora del Evangelio: en nosotros y en los demás.
Hoy nuestro Padre y Fundador también nos dice a
cada uno de nosotros que desde algún lugar estamos comprometidos con la misión
marianista:
“¡Animo, querido hijo! Los apóstoles, cuando
iban a su misión, lloraban y gemían; pero ¡cuál no sería su alegría, nos dice
el Espíritu Santo, en la abundante cosecha que recogieron! Serás como los apóstoles, querido hijo. Siembras con lágrimas y gemidos; pero la bendición de
Dios te dará una abundante cosecha, y su recompensa será una purísima alegría:
pero ¡penétrate bien del espíritu de los apóstoles!”.
Señor Jesús, nos invitaste a ser
tus discípulos
y nos envías a la misión “como a ovejas en medio de lobos”,
nos pides que vayamos con
sencillez y pobreza,
anunciando que “El Reino de
Dios está cerca de ustedes”.
Así vamos Señor, sembrando entre
lágrimas y gemidos,
pero con la confianza en el
Espíritu Santo que nos sostiene,
y nos mueve para anunciar con palabras
y con gestos
la presencia transformadora de
tu Reino que crece.
Llenos del espíritu que animaba
a los apóstoles,
también nosotros somos testigos
privilegiados
de la acción transformadora y
sanadora de tu Evangelio
en nosotros y en todos los que
reciben el anuncio con el corazón abierto.
Gracias Señor porque la alegría
crece en nuestro interior,
a medida que nos predicamos
menos a nosotros y a nuestras ideas,
y anunciamos con entusiasmo y
esperanza tu Buena Noticia:
Dios, Padre y Madre, es siempre
fiel y nos ama sin condiciones.
Aquí estamos Señor, aunque una y
otra vez necesitamos
“salir a la misión” y “sembrar entre lágrimas y gemidos”.
Aquí estamos Señor, envíanos a
nosotros a la misión,
y no dejes de regalarnos “la
dulce alegría de evangelizar”.
Amén
AT sm
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