Las
chamifrases de la semana en el Año de la FE
La
chamifrase de la semana 71 – Domingo 16 de junio
“El Dios de misericordia, que tu
llamas Dios de mi juventud, te invita y te urge para que vuelvas a Él”
(Carta S.1195 ter, 26 Marzo 1840, al Sr. Coustou,
Colmar)
El
Padre Chaminade responde una carta muy triste y amarga de uno de sus
discípulos, en la que le presenta su situación y le manifiesta su
convencimiento de la imposibilidad de seguir adelante con su compromiso y su misión.
No es un tema nuevo en su vida.
El mismo Fundador le refleja sus propios dichos: “Tu dices: “mi
inestabilidad viene de lejos… mi mal era
incurable y hoy ya no tengo esperanza!”.
Guillermo José no es ingenuo y sabe que las actitudes y la vida de este
hermano ya es razón de rumores y escándalos dentro y fuera de la comunidad.
Pero a pesar de la situación límite que está viviendo este hombre, no duda en
afirmarle: “No, querido hijo, toda esperanza no está perdida; el mal no es
sin remedio y las cosas no están tan adelantadas que no se pueda volver atrás.
El matiz profundamente triste y sombrío de su relato, la pesadumbre mortal que
confiesa y la exposición que hace de su horrible situación”, no justifican
el abandono del camino.
En
esta situación hay que dejar también que Dios se haga presente. Cuantas veces en nuestra propia vida nos pasa
algo parecido. Una y otra vez nuestras
heridas profundas nos juegan malas pasadas. Una y otra vez y a pesar del
crecimiento humano y espiritual que hemos experimentado en las diversas etapas
de la vida, nos sentimos nuevamente tironeados y enmarañados en nuestras compulsiones,
miedos y ansiedades. Y podemos creer que no va más y que mejor tirar todo por
la borda que seguir adelante.
Fantaseamos con la idea de que haciendo borrón y cuenta nueva todo se
soluciona. Creemos en Dios, hemos
evangelizado su imagen en nuestra mente, pero nos olvidamos de su Presencia
misericordiosa siempre dispuesta a sanar nuestras heridas y a levantarnos de
nuestras caídas. Nos olvidamos del “Dios de mi juventud”, que nos hablaba al
corazón, nos apasionaba con su Buena Noticia y nos movilizaba a crecer y
caminar. El no deja de invitarnos y de llamarnos, no deja de acercarse a
nuestras vidas y de ofrecernos su amor incondicional.
Solo así, después de habernos permitido mirar nuestra
propia situación personal con la mirada misericordiosa de Dios, es lícito tomar
decisiones y hacer los cambios necesarios.
En estos momentos, qué bueno es contar con alguien que te ayude a
enfocar desde la misericordia tu propia vida y te refleje el modo de estar
presente del Señor. Así el Padre
Chaminade, no se escandaliza de la situación lamentable del hermano Coustou ni condiciona
su afecto hacia él según el final al que pueda arribar esta historia, y por eso
de corazón le expresa: “Te lo he dicho y te lo repito, seré hasta el final tu
padre y tendré hacia ti todo el cariño”.
Sea cual fuese hoy nuestra situación existencial y espiritual, sigamos el consejo de nuestro
Padre y Fundador, y dejémonos invitar
por el Dios de misericordia y volvamos a Él. Así renovando nuestra experiencia
personal del amor y la misericordia del
Señor, no sólo podremos mirar nuestra vida con su mirada, sino también mirar
con misericordia la vida de los demás, aunque a sus propios ojos parezca que ya
no tiene remedio.
Padre
bueno y rico en misericordia,
necesito
volver a escuchar tu voz que me llama y
me invita
a
volver a confiar en Ti y a dejarme transformar por tu amor.
A
veces al experimentar esas cadenas que no terminan de romperse,
que
me atan a mis miedos y a mis heridas profundas,
me
desanimo y pienso que ya no tengo remedio.
En
esos momentos mi mirada se oscurece,
aparece
la culpa malsana y la tristeza se hace dueña de mi corazón,
porque
siento que ya no tengo fuerzas y no soy digno de tu amor.
Gracias
Padre bueno porque de alguna manera te haces presente
para
hacerme reaccionar y despertar,
y
para hacerme saber que nunca te cansás de esperarme.
Gracias
Padre bueno porque desde esta experiencia
a la
que una y otra vez necesito volver en cada etapa de mi vida,
no
solo aprendo a mirar mi vida desde tu mirada misericordiosa
sino
que puedo mirar y acompañar la vida de los demás.
Y
así juntos proclamar con el salmista:
“Cantaré
eternamente la misericordia del Señor
y
anunciaré tu fidelidad por todas las generaciones” (Sal.
88,2).
AT sm
Ayúdanos
a difundir la chamifrase invitando a otras personas
a
anotarse para poder recibirla cada semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario