Las chamifrases de
la semana en el Año de la FE
La chamifrase de la
semana 93 – TALLER DE ORACIÓN VII
“Pero
no pienses que la gracia te va a llegar
si no la pides: cuando los apóstoles estaban esperando la venida del Espíritu
Santo, perseveraban en la oración”
(Carta
384 - 18 diciembre 1825. A un marianista).
Cuando dedicamos un tiempo tranquilo a la
oración, comenzamos con el ejercicio de fe en la Presencia de Dios, y luego de
habernos dispuesto a unirnos a Jesucristo y a María, el paso siguiente, antes
de entrar en “el cuerpo de la oración”, es la invocación sincera y confiada al
Espíritu Santo.
El Señor nos ha regalado su Espíritu para
que nos acompañe siempre y especialmente para guiarnos en la oración. Es por eso que le pedimos al Espíritu Santo
que tome posesión de nuestra mente y de nuestro corazón, y nos ponemos bajo su
guía e inspiración. Es el momento de dejar de lado los pensamientos inútiles y
banales, acallar los deseos que nos distraen, moderar los afectos desordenados
y abandonarnos confiadamente a la dirección del Espíritu Santo.
En tiempos de autonomía personal y
protagonismo individualista, nos cuesta ponernos “bajo la dirección” de
alguien, y más si ese “Alguien” puede llevarnos por caminos que no podemos
controlar totalmente. Por eso es que en
este momento, en el que ya hemos atravesado los primeros pasos de la oración
(con el ejercicio de fe en la presencia de Dios y la unión íntima con Jesús y
con María) y hemos ido entrando en una disposición interior más consciente de
nuestras propias debilidades, es que la invocación al Espíritu Santo halla su
lugar indicado y se hace vivencia profunda y auténtica. En la carta a los Romanos, San Pablo
reflexiona sobre esta necesidad cuando afirma que “el mismo Espíritu viene
en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido, pero el
Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26). Es el mismo Espíritu que nos mueve y dispone
a la oración, el que también viene en nuestra ayuda y ora en nosotros.
El mismo Guillermo José, explica
sencillamente esta invocación al Espíritu Santo al presentar una y otra vez los
métodos de oración: “Invoco al Espíritu Santo para hacer la oración
iluminado por su luz, guiado por sus impulsos y sostenido por su dirección” (Escritos
de Oración, n. 70).
La oración no es un mero ejercicio de
voluntad, sino un encuentro íntimo y profundo con el Señor. Él está siempre
ofreciéndonos su gracia, pero nosotros necesitamos tiempo y al Espíritu Santo
para entrar en conexión con Él. Y aunque Dios conoce los secretos de nuestro
corazón y nuestras necesidades anteriores, necesita que libremente le abramos
la puerta de nuestro interior para manifestarse y actuar en nuestra propia
vida. Por eso que el Padre Chaminade no
duda en afirmar: “Pero no pienses que la
gracia te va a llegar si no la pides:
cuando los apóstoles estaban esperando la venida del Espíritu Santo,
perseveraban en la oración”.
Con deseos y
palabras de nuestro Padre y Fundador, algunas textuales y otras con su sello
espiritual, invoquemos al Espíritu Santo en nuestra oración:
“¡Espíritu
Santo, autor de toda luz y de toda gracia!
A
Ti te toca dirigirme y conducirme.
Me
abandono a tu dirección.
Renuncio
a mis ideas propias y a mis conceptos,
que
no son más que locuras y balbuceos de niño,
para
no seguir otras ideas
que
las que te complazcas en inspirarme”. (EO 564)
Espíritu
Santo, ven en ayuda de nuestra debilidad
y
ora en nosotros,
guiándonos
por el camino que hemos elegido,
sembrando
en nuestro interior la Palabra,
y
produciendo los frutos de la vida misma de Dios.
Que
la Luz de tu presencia nos acompañe siempre de la mano.
y
nos abra la puerta para el encuentro con el Señor.
Amén
ATsm
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