miércoles, 30 de julio de 2014

“Después de un breve momento de buenos propósitos, es necesario ponernos a hablar de negocios… ¡Dichosos los que pueden pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar la presencia de Dios!” (Carta 391 - 11 abril 1826. A O’ Lombel).


La chamifrase 126 – Miércoles 30 de julio – Taller de oración XIV

 “Después de un breve momento de buenos propósitos, es necesario ponernos a hablar de negocios… ¡Dichosos los que pueden pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar la presencia de Dios!” (Carta 391 - 11 abril 1826. A O’ Lombel).

El Padre Chaminade vuelve una y otra vez al tema de la presencia de Dios en nuestra vida.  Un prólogo fundamental en la escuela de oración marianista y un pilar necesario en la acción misionera.  En este caso, no duda también en cuestiones de negocios, de proponer la necesidad de vivirlas en la presencia de Dios.  Conociendo bien a Guillermo José sabemos que no se trata de una actitud espiritualista sino de una convicción profunda en la necesidad de encarnar nuestra fe en la vida cotidiana.

Los cristianos muchas veces hemos insistido exageradamente en la división entre lo espiritual y lo material, entre lo sagrado y lo profano.  Hemos exacerbado una división que no es heredera de la antropología bíblica sino de la filosofía griega.  Y así hemos intentado una espiritualidad desencarnada de la vida y una vida sin el sostén y el horizonte de sentido de una auténtica espiritualidad.  El momento religioso (como la oración personal, la celebración de la Misa) queda circunscripto a los ámbitos sagrados, y el resto de nuestra vida “profana” a lo sumo bajo la orientación de algunos “valores humanos”.  Para el Padre Chaminade la necesidad de vivir en la presencia de Dios confirma el lema marianista que enuncia que el corazón de nuestra espiritualidad es el misterio de la Encarnación. No es solo barnizar de espíritu cristiano la realidad concreta de nuestras vidas sino encarnar en ella el germen de la Vida, que es la misma presencia de Dios.

¿Pero en asuntos de negocios donde las reglas de juego muchas veces son tan distintas? ¿No es una ingenuidad? ¿Qué puede saber un cura de hace doscientos años de cómo moverse en estos ámbitos?  Ciertamente el mundo ha cambiado mucho.  Pero sabemos muy bien que el Padre Chaminade no ha sido solamente un cura de sacristía y que durante su larga vida no pocas veces tuvo que estar metido entre cuestiones administrativas, préstamos, acciones inmobiliarias, litigios financieros… en los que se encontró acompañando el crecimiento vertiginoso de sus fundaciones.  Y su convicción es que no sólo como sacerdote estaba llamado a vivir las conversaciones materiales en la presencia de Dios sino que era un llamado a todo cristiano.  Porque las cosas materiales son parte de nuestra realidad humana y en ellas debe manifestarse también el Reino de Dios.  ¡Cómo cambiarían las consecuencias de las decisiones económicas y financieras en el mundo si sus responsables, especialmente los que se proclaman “cristianos”, vivieran su compromiso con la fe sin abandonar la presencia de Dios en su accionar.

Ahora es cierto que no se puede tranquilamente hablar de negocios sin perder la presencia de Dios si no se cultiva una vida interior y espacios concretos de oración personal y lectura de la Palabra de Dios.  Y esto exige esfuerzo, compromiso, voluntad, y también pedir la gracia de vivir en la Presencia del Señor,… por eso el Padre Chaminade no duda en decirle a su destinatario: “Esto es lo que deseo que le conceda el Señor”. Animados por nuestro Padre y Fundador pidamos al Señor que nos conceda la gracia “de pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales sin abandonar” su Presencia. Y de nuestra parte pongamos atención y compromiso para que este deseo se haga realidad.

 Siguiendo las orientaciones del Padre Chaminade cultivemos el hábito de recordar que estamos en la presencia de Dios: al comenzar el día, al salir de casa, al llegar al trabajo, al encontrarnos con alguien, al ocuparnos de los negocios, al pasar de una conversación religiosa a los asuntos materiales.  Sencillamente basta con actualizar en el pensamiento alguna frase como “Renuevo Señor mi fe en tu Presencia” o algún acto sencillo de fe, y dejarlo resonar unos segundos en el corazón.

Una forma distinta es también cantar interiormente algún canto o estribillo con el mismo sentido, como por ejemplo el tan conocido “Dios está aquí”:

 

“Dios está aquí,

tan cierto como el aire que respiro,

tan cierto como la mañana se levanta,

tan cierto como yo le amo y Él me ama a mí”

                                                  AT sm

 

domingo, 27 de julio de 2014

“Si renunciamos a los principios, lo perdemos todo” (Carta 735 - 18 abril 1834. Al P. Lalanne).


La chamifrase 125 – Domingo 27 de julio - 
“Si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”  (Carta 735 - 18 abril 1834. Al P. Lalanne).

El Padre Chaminade responde al Padre Lalanne acerca de una serie de asuntos administrativos pero que suponen también algunas cuestiones comunitarias y personales.  Con serenidad y con una visión coherente y prudente el Fundador le recuerda que aún cuando podrían justificarse ciertas acciones que aminoren el efecto de algunas situaciones conflictivas, no puede renunciarse a los principios que sostienen nuestra vida y nuestra misión.  Ni siquiera un posible “bienestar individual” es una razón confiable para apartarse de los fundamentos, porque no estamos solos en el mundo, y nos debemos también al tejido de vínculos afectivos y comunitarios que sostienen la trama de nuestra vida.  Por eso no duda en afirmar que “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Guillermo José conoce bien la realidad de nuestra condición humana y la contradicción inherente a ella misma, que tan claramente expresaba San Pablo en los albores del cristianismo: “Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rm 7,19). Y conoce también que en los vericuetos del corazón la tendencia a justificar nuestras decisiones y conductas apartadas de los principios evangélicos es también una manifestación habitual.  Él mismo reconoce en su carta que en algunas situaciones decidió y obró apártandose de ciertos principios, aplicando supuestamente “la ley del mal menor” pero que los frutos no fueron los esperados.   Por eso no hay que escandalizarse porque en la vida personal o en la vida de personas cercanas esta dinámica se haga presente.  Lo preocupante es cuando no somos capaces de reconocerla, de aceptar nuestra contradicción humana y nuestras justificaciones que intentan actuar como “barniz santificador” de nuestras acciones.  Y lo dramático es cuando no sólo no se la reconoce sino que se la anuncia y proclama como una noticia positiva y liberadora, y hasta metiendo a Dios en el medio justificando la “felicidad” conseguida.  En estas situaciones no hay lugar para la sanación interior, ni para el prudente discernimiento del camino a recorrer ni para construir “sobre roca” la propia existencia. Por eso el Padre Chaminade, sin una postura recalcitrante ni anticuada, sino sencillamente realista no duda en afirmar que “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Nos encontramos hoy con una sensibilidad exagerada y una susceptibilidad desmedida frente a acciones y situaciones necesitadas en primer lugar de una sana autocrítica y de una aceptación cordial de la crítica constructiva que pueden aportarnos los demás.  Es cierto que en otros contextos, que ya son parte de la historia, los juicios sobre las personas en nombre de los principios religiosos, familiares o sociales destruían muchas existencias.  Todavía hoy corremos el peligro de cierto “puritanismo” en nuestros ambientes.  Pero a veces nos hemos pasado al otro extremo, nada es plausible de una crítica constructiva porque es una ofensa a la persona que “libremente” decide sobre su propio destino.

Aceptar con realismo las contradicciones de nuestra vida y de la vida de los demás no implica un juicio descalificativo a nuestro “ser humano”.  Nombrar “las acciones por su nombre” no implica descartar el respeto y la comprensión hacia la persona que es responsable de las mismas. Aceptar la realidad del pecado y confesarlo como tal, no se contradice con la aceptación misericordiosa de quien tiene la responsabilidad (personal o colectiva) sobre el mismo.  Los fundamentos éticos y morales de la vida personal, comunitaria y social no pueden ser desechados con tanta liviandad, aun cuando haya una búsqueda sincera de la felicidad. Porque desde el inicio esa búsqueda estará viciada en sí misma y será un obstáculo para construir aquello que con tanta vehemencia se desea.

Escuchemos a nuestro Padre y Fundador, vivamos con realismo nuestra vida, aceptando cordialmente la contradicción inherente a nuestra propia naturaleza humana, porque en esa misma realidad de nuestra vida reside la esperanza de desplegar lo mejor que hay en esa misma condición humana, creada “a imagen y semejanza” de su creador.   Si perdemos el rumbo, si justificamos nuestras propias bajezas, dificilmente podremos construir una vida en la confianza y con esperanza.  Solo podremos construir “castillos en el aire”, porque “si renunciamos a los principios, lo perdemos todo”.

Hagamos un momento de silencio, y en la presencia amorosa y misericordiosa de nuestra Dios presentémonos con nuestra propia realidad, con sus luces y con sus sombras, con nuestras infidelidades al proyecto del Reino y con nuestra adhesión profunda a su Persona.  Solos frente a Él, que conoce hasta lo más profundo de nuestro ser, bajemos los muros de las justificaciones y dejemos que su gracia sane nuestro corazón y nos levante despertando la luz auténtica que habita en cada ser humano, y con la fuerza de su Espíritu que es verdad y auténtica libertad, repitamos con humildad y confianza: “si somos fieles a tus principios, lo ganamos todo”.  Amén.

AT sm

 

domingo, 20 de julio de 2014

“Si quieres llevar con provecho tu carga, únete a Jesucristo, que la llevó junto con las miserias de todos los pecadores. El espíritu de Jesucristo te animará, te fortalecerá y te hará encontrar dulce y ligero lo que ahora estimas amargo y pesado.” (Carta 587 - 15 abril 1831. Al Sr. Perriguey).


La chamifrase de la semana 124 – Domingo 20 de julio
“Si quieres llevar con provecho tu carga, únete a Jesucristo, que la llevó junto con las miserias de todos los pecadores. El espíritu de Jesucristo te animará, te fortalecerá y te hará encontrar dulce y ligero lo que ahora estimas amargo y pesado.”  (Carta 587 - 15 abril 1831. Al Sr. Perriguey).

Encontrar sentido a llevar el peso de la “carga” de la vida suele ser un tema conflictivo para cualquier persona, pero si además le agregamos que hay que llevarla como Jesús lo hizo,  y con la conocida acotación de que él cargó mucho más sobre sí que nosotros en la cruz (y sin merecerlo como nosotros), puede generar aún más rechazo a un paradigma de la fe cristiana que ya no convence a nadie.  Por eso es importante encontrarle un sentido auténtico y que nos ayude a caminar en la vida con fe y no quedarnos con un pasivo espíritu de resignación o un rechazo sin más a este tipo de propuesta espiritual caduca.  La clave para los cristianos de todos los tiempos es volver al Evangelio.  Y esto es lo que hace el Padre Chaminade con este consejo a uno de sus discípulos que está pasando por un momento difícil y con una “carga” que ya no puede soportar. Detrás de sus palabras, resuenan aquellas palabras de Jesús que nos trasmite el Evangelista Mateo: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana» (11, 28-30).                 

Frente a las “cargas” que la vida nos impone, estamos llamados a una actitud realista, reconociendo lo que nos cuesta e implica, y desde la fe sabemos que no estamos solos, que Jesús camina con nosotros.  Unidos a Él encontraremos el ánimo y la fuerza que necesitamos.  Apoyados en Él encontraremos el alivio y el descanso a tanta aflicción y agobio que a veces se nos acumula.  En comunión con Él, podremos “encontrar dulce y ligero lo que ahora estimas amargo y pesado”. Caminando a su lado y dejándolo caminar a nuestro lado podremos corrernos de la queja y de buscar respuesta a tantos “¿por qué?”, y encontrar un horizonte de sentido donde las “cargas” pesadas de la vida dejen de ser obstáculos para transformarse en oportunidades para vivir desde la fe una vida más plena. 

No se trata de buscar respuestas espiritualistas ni de soportar ascéticamente las “cargas” de la vida.  Movidos por el “Espíritu de Jesucristo” podremos levantar la mirada y vislumbrar caminos de esperanza. Animados por nuestro Padre y Fundador dejémonos conducir por el Espíritu y así al “llevar con provecho” nuestra carga unidos a Jesús, podamos también invitar a quienes viven aplastados por las “cargas” de la vida: Vamos a Él, porque unidos a Jesús, encontraremos alivio, ánimo, fuerza y verdadero sentido a nuestro caminar por la vida.

Aquí estoy Señor,

vengo cansado y agobiado

por las “cargas” que la vida me impone.

A veces el agobio y el peso es tan grande

que siento que ya no tengo fuerzas para seguir adelante.

Aquí estoy Señor

con el deseo profundo de unirme a Ti

para “llevar con provecho” esta carga tan pesada,

para salir del pozo de la resignación mal llamada “cristiana”

y de una religión del sufrimiento y el sacrificio.

Aquí estoy Señor,

lléname de tu Espíritu que me animará y

me regalará la fuerza interior que necesito,

ayudándome a encontrar dulce y ligero

lo que ahora considero amargo y pesado.

 Aquí estoy Señor,

en mi corazón resuena tu llamado: “Vengan a mí”,

y tu sola Presencia me alivia y descansa,

y me abre una puerta nueva para caminar

con esperanza y sentido una vida más plena.
 
Amén.
                                                                                                   AT  sm

 

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