Las
chamifrases de la semana en el Año de la FE
“Seamos ante los hombres lo que somos ante Dios. No aparentemos lo que no somos”
(Carta 383 - 6 diciembre 1825. A O’ Lombel).
Este deseo del Padre Chaminade, que encontramos con
similares expresiones en muchas de sus cartas, es una acertada definición de la
virtud de la humildad. En el lenguaje
cotidiano identificamos demasiado pronto la humildad con unas actitudes que
estarían más cercanas a la modestia o a la sencillez (“qué humilde es esta
persona teniendo tantos dones o experiencia) o también con la carencia y la
pobreza (“viene de una familia muy
humilde”). Pero en la tradición
espiritual cristiana la humildad es la virtud por la que somos capaces de
conocer y reconocer nuestra propia verdad, con sus limitaciones y fragilidades,
y obrar de acuerdo a ella. El Padre
Chaminade, sigue esta línea, y justamente identifica “nuestra propia verdad”
con lo que “somos ante Dios”. Porque
ante Dios nuestro corazón está desnudo.
Él nos conoce hasta los más profundo de nuestro ser, nos conoce más que
lo que nosotros mismos nos conocemos. La
invitación entonces pasa por ser coherentes con nuestra propia verdad, siendo
ante los hombres lo que somos ante Dios, desarrollando entonces la virtud de la
humildad.
Desde diversas dimensiones de nuestra existencia
personal nos vemos muchas veces “obligados” a “aparentar lo que no somos”. En algunas ocasiones ni siquiera somos
conscientes como cuando construimos nuestra “personalidad” desde el deseo de
nuestros padres, desde lo que otros esperan de nosotros, o desde un yo ideal
alejado de nuestra propia realidad. En
otras ocasiones la causa es el lugar o rol social que ocupamos, el temor a no
ser aceptado o querido, el contexto social más amable o más amenazante en el
que nos desenvolvemos, o la simple conveniencia de estar de manera
“políticamente correcta”. En todas estas
ocasiones, al no poder vivir de acuerdo a nuestra propia verdad, no sólo genera
una inautenticidad existencial frustrante y que nos aleja de la felicidad, sino
que además no nos permite crecer y desarrollar las posibilidades y dones que
también como nuestras fragilidades son parte de nuestra “propia verdad”.
Es interesante como el Padre Chaminade aplica este
consejo espiritual tanto a la vida personal como a la vida institucional. En esta carta, está respondiendo a su
representante en París que está gestionando la aprobación civil de los Estatutos
de la Compañía de María. Y que ha usado
ciertos artilugios retóricos para justificar el pedido de aprobación de la
institución. Para Guillermo José no
tiene sentido aparentar lo que no somos, aceptando con sencillez la realidad de
lo que somos y podemos hacer, como rechazando aquellas actitudes que desde una
óptica pesimista nos paralizan y “con humildad” mal entendida, nos llevan a
asumir otras “fragilidades” que no tenemos. Por eso nuestro Fundador declara a
continuación: “pobres en lo que tenemos, lo acepto; pero no nos cubramos con los
despojos de otro”. No es humildad aparentar lo que no se tiene
desde la soberbia (sosteniendo una falsa perfección o valor) como aparentar lo
que no se tiene desde la humillación (asumiendo una falsa debilidad que
paraliza y autojustifica).
Recibamos con el corazón abierto, esta invitación de
nuestros Padre y Fundador, que hoy nos invita a ser humildes, a ser coherentes
con nuestra propia verdad personal y comunitaria, y desde ahí vivir y trabajar
con alegría y esperanza, siendo ante lo hombres lo que somos ante Dios, no
aparentando lo que no somos.
Señor, en tu Presencia no hay apariencia que valga,
porque Tú que nos conoces mejor que nosotros mismos,
nos aceptas y recibes con amor y misericordia,
y nos invitas a vivir en coherencia con nuestra propia
verdad.
Señor, cuántas veces aparentamos lo que no somos,
la necesidad de ser queridos y aceptados,
nos lleva a construir caretas que finalmente
aumentan nuestra insatisfacción existencial y nos alejan
de la felicidad.
Señor, que podamos experimentar serena y pacíficamente
nuestra propia realidad, con sus sombras y con sus luces,
con sus fragilidades y con sus posibilidades,
animándonos a mirarla como tú la miras.
Señor, que seamos ante los hombres lo que somos en tu
Presencia,
que crezcamos en libertad interior para dejar de
aparentar lo que no somos,
y así animarnos a vivir con alegría y esperanza la
virtud de la humidad,
que no es otra cosa que vivir sencillamente desde lo que
auténticamente somos.
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a
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