Las
chamifrases de la semana en el Año de la FE
La
chamifrase de la semana 78 – Domingo 14 de julio de 2013
“Procura
aliviar a los miembros sufrientes de Jesucristo; cuando no puedas, ruega al
Padre de las misericordias que los asista, recordando que su divino Hijo
Jesucristo no ha desdeñado adoptarlos como hermanos.”
(Carta 13 – 15 de enero de 1799 – A la
Srta. Teresa de Lamourous).
El Padre Chaminade está en pleno exilio en
Zaragoza. Ansía volver a su patria y no
están dadas las condiciones. Desea de
corazón entregarse plenamente a su misión sacerdotal y no lo dejan. Sufre su condición de extranjero. En ese mismo tiempo la Srta. Teresa de
Lamourous, su amiga y protectora en tiempos de la clandestinidad en Burdeos,
está pasando también momentos difíciles: ha muerto su padre, siente el agobio
sosteniendo la vida de fe tantos hermanos que siguen fieles a su vida
cristiana, y la soledad embarga su corazón con la ausencia ya prolongada de Guillermo
José, su guía y compañero de camino.
Ambos se mantienen en contacto a través del intercambio epistolar, y
profundamente unidos de corazón por una fe que ni la lejanía, ni el exilio, ni
tantos inconvenientes y sufrimientos han
podido debilitar.
Y en esa situación podrían ambos consolarse
mutuamente y ocuparse de sus propios dolores, con lo que ciertamente ya
tendrían bastante. Pero no. No se quedan instalados en su propio “valle
de lágrimas”. Guillermo José invita a
Teresa a levantar la mirada hacia los demás, y es claro en su propuesta: “Procura
aliviar a los miembros sufrientes de Jesucristo”. Esta invitación dejará honda huella en el
corazón de Teresa, que siempre había estado dispuesta para ayudar y socorrer a
los necesitados, pero con unos sentimientos enrarecidos por sus escrúpulos y el
“deber ser”. El Padre Chaminade conoce
su interior y con una fina sensibilidad espiritual apela a la motivación
esencial de todo empeño solidario: la fe.
La fe cristiana nace del encuentro personal y
profundo con Jesucristo, en el que experimentamos su presencia viva y
resucitada. Él nos llama por nuestro nombre, sana las heridas profundas de
nuestra vida con su amor incondicional y transforma la oscuridad de nuestro
interior con su Luz de esperanza. Habiendo
en medio de los sufrimientos experimentado la Buena Noticia de la presencia
sanadora y transformadora de Jesús, que no solo nos ha regalado la Buena
Noticia de que somos hijos de Dios Padre sino que nos considera como sus
propios hermanos, no podemos quedarnos en nuestras propias carencias. Tenemos que levantarnos y en su nombre “aliviar
el dolor de nuestros hermanos que más sufren”.
A Teresa de Lamourous esta experiencia la
descolocó y se corrió de “la queja por sus dificultades”. Desde este momento su
vida se fue encaminando hacia el servicio de las mujeres más pobres y excluidas
de la sociedad, a quienes nunca trató como pecadoras y prostitutas sino como
sus hermanas en el Señor, en la Obra de la Misericordia de Burdeos, sosteniendo
en el corazón de la Familia Marianista durante muchos años ese compromiso
“solidario” nacido de la fe.
Que de la mano de nuestro Padre y Fundador,
renovemos en nuestro interior la experiencia de fe que nos abre a la acción
sanadora y transformadora “del Padre de las misericordias” y procuremos
aliviar el sufrimiento de nuestros hermanos a través de nuestro
compromiso. Y cuando no podamos
comprometernos activamente, no dejemos de acompañarlos con nuestra oración,
confiando en la Providencia paternal y maternal del Señor.
Gracias Señor por la experiencia de la
fe,
que abre mi corazón a tu Presencia
sanando y transformando mi vida,
levantándome e invitándome a vivir en
plenitud.
Gracias Señor por la experiencia de tu
Amor,
que me regala la misericordia infinita
del Padre,
me invita a reconocer mi dignidad de hijo
de Dios
y me revela tu aceptarme sin condiciones
como hermano.
Gracias Señor porque reconociéndome amado
por Ti,
no puedo quedarme encerrado en mis
dolores y dificultades,
sino que me siento interpelado y animado
para procurar aliviar el dolor de mis
hermanos sufrientes.
Gracias Señor porque me invitas a seguir
tus huellas,
y me das la fuerza y la gracia
para anunciar con mis palabras y sobre
todo con mis gestos concretos
la Buena Noticia de tu Reino a nuestros
hermanos que sufren.
Gracias Señor porque nunca nos pedís nada
que esté más allá de nuestro esfuerzo y
nuestro compromiso posible,
solo nos pedís que seamos coherentes con
nuestra “fe cristiana”
y vivamos nuestra vida cotidiana animados
por tu mismo Espíritu.
AT sm
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