domingo, 25 de diciembre de 2011

“Que todas puedan tener parte muy abundante en las innumerables gracias de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo”


La chamifrase de la semana 30

25 de diciembre de 2011  FELIZ NAVIDAD

“Que todas puedan tener parte muy abundante en las innumerables gracias de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo”  

(Carta 186 – 20 de diciembre de 1821. A la Madre Adela de Trenquelléon, Agen)

El deseo del Padre Chaminade es que todos puedan recibir con abundancia los dones que nos trae la Navidad de Jesús. En primer lugar, el gran Don del Padre Dios es su mismo Hijo Jesús que se encarnó por obra del Espíritu Santo y nació de María.  Esa Presencia se manifiesta en algunos dones en la celebración de la Navidad.  Para descubrir cuáles son esas gracias especiales sigamos el camino de las Escrituras que en estos días la liturgia en torno a la celebración navideña ha recorrido.

El profeta Isaías afirma que “el pueblo que caminaba en las tinieblas 1ha visto una gran luz; 1sobre los que habitaban en el país de la oscuridad 1ha brillado una luz” (Is. 9. 1). La Navidad nos trae la luz.  En medio de las noches de nuestra vida,  Jesús es la Luz que ilumina nuestros pasos. Y esa Luz no viene de fuera sino de lo más profundo de nuestro ser, porque allí Él también ha puesto su morada y vive en lo más profundo de nuestro corazón.

El coro de los ángeles acompaña el anuncio de la Buena Noticia a los pastores cantando “Gloria a Dios en la alturas y en la tierra, paz a los hombres amados por Él” (Lc. 2, 14). El nacimiento de Jesús nos trae la Paz, porque Él es la Paz verdadera,  que consuela y alivia los corazones afligidos y nos invita a mirar la vida con un horizonte de sentido profundo y definitivo.

Los pastores tienen miedo y el Ángel les dice: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo” (Lc. 2, 10); y los magos venidos de Oriente cuando vieron la estrella “se llenaron de alegría” (Mt. 2,10). Cuando nos dejamos conmover por el anuncio de la Buena Noticia, nuestro corazón se llena de alegría.

¿Habrá pensado Guillermo José en la Luz, la Paz y la Alegría como esas “gracias” abundantes que nos regala la Navidad?... No lo dice concretamente, pero seguro que estos versículos de la Palabra resonaron en su corazón unidos a la celebración del Nacimiento de Jesús.  Y en su testimonio de vida los podemos ver con claridad.  Porque le tocó pasar por muchas noches en su vida, y algunas muy oscuras, pero siempre supo dejar que la Luz guiara sus pasos.  Se vio envuelto en no pocas situaciones conflictivas, y luchó siempre para que la Paz anidara en su corazón y uniera a sus discípulos a pesar de las diferencias.  Y como hombre de fe, su corazón era capaz de alegrarse, al descubrir la Presencia de un Dios encarnado que camina a nuestro lado.
Podemos sentirnos también nosotros hoy destinatarios del deseo de nuestro Padre y Fundador: “Que todos puedan tener parte muy abundante en las innumerables gracias de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo”.  Y así dejar que nuestras noches se iluminen con la LUZ, y nuestros corazones se aquieten con la PAZ, y nuestra mirada se alargue con la ALEGRÍA que nos trae el niño de Belén.

Niño de Belén,
que llegás en plena noche,
iluminá nuestros camino con la claridad de tu LUZ.

Niño de Belén,
que venís a ofrecer al mundo tu Presencia,
aquietá nuestros corazones con la fuerza de tu PAZ.

Niño de Belén,
que sos para todos los hombres y las mujeres que ama tu Padre Dios,
animá nuestras vidas y llená nuestro interior de profunda ALEGRÍA

Niño de Belén,
que nos deslumbrás con tu sencillez
queremos ser alegres mensajeros de tu Evangelio,
constructores de la Paz y promotores de tu Luz.

Niño de Belén,
queremos tomarte en brazos, con cuidado y ternura,
para seguir ayudando a María en su misión,
y así llevarte a los demás, a los que más te necesitan.

Amén

                                                                                                                                 A.T. sm

domingo, 18 de diciembre de 2011

“Para prepararse a esta solemnidad, traten todas de entrar en las disposiciones de la Santísima Virgen y de San José que durante estos cinco días, estaban en camino para dirigirse a Belén”


La chamifrase de la semana 29

18 de diciembre de 2011

     “Para prepararse a esta solemnidad, traten todas de entrar en las disposiciones de la Santísima Virgen y de San José que durante estos cinco días, estaban en camino para dirigirse a Belén”

(Carta 186 - 20 diciembre 1821. A la Madre Adela de Trenquelleon).


La invitación del Padre Chaminade es clara y sencilla. Para prepararse a la Navidad qué mejor que entrar en la experiencia de sus protagonistas: María y José. “Entrar en sus disposiciones”, meterse en sus actitudes, dejarse llevar por sus sentimientos, … sin dejar de “estar en camino”.  No se trata de quedarse embelesado contemplando el pesebre de tiernas figuras sino de entrar en el camino de María y José que van hacia Belén.  Para llegar a Belén hay que ponerse en camino, en el camino mismo de la vida. No es que María y José supieran mucho de profecías y por eso se fueron a Belén porque “allí debía nacer el Mesías”. Se pusieron en camino para cumplir con el censo que en todo el mundo había ordenado el emperador Augusto. En ese tiempo “Quirino gobernaba la Siria”.  La información evangélica nos anima a reconocer la dimensión histórica de la Encarnación del Señor. Y eso pasó dentro de un marco geográfico y sociopolítico determinado, en la misma “realidad” concreta y cotidiana. De hecho más que a magos y pastores parece que el asunto pasó bastante desapercibido.

Pero volvamos al camino, porque sin andadura no hay Belén.  Es en nuestra realidad sencilla y concreta en la que la Encarnación quiere seguir manifestándose.  Es allí donde en el camino de nuestras vidas, de nuestra familia, de nuestra sociedad,… nos toca seguir andando con las “disposiciones de la Santísima Virgen y la de San José”:  con alegría esperando la pronta llegada del niño, con la confianza que nos regala el saber que no estamos solos, con la fe que nos sostiene y ayuda a mantener el ritmo de la vida, con un corazón expectante y capaz de asombrarse viendo en lo pequeño y sencillo la acción providente del único que es verdaderamente Grande, compartiendo con los demás y especialmente con los más necesitados los dones recibidos,… y con la convicción que caminando con “esas disposiciones” siempre llegaremos nuevamente a Belén a recibir la Luz y la Paz del Emmanuel.

Guillermo José fue un hombre peregrino y misionero, en su vida encontramos como diversas etapas en las que siempre vuelve a ponerse en camino.  Con las “disposiciones de la Santísima Virgen y de San José” no se cansó en su larga vida de caminar, a veces por caminos difíciles y dolorosos, otras por caminos alegres y llenos de vida, en ocasiones abriendo nuevos caminos, … siempre con el deseo de “seguir dando a luz a Jesús” al mundo, … por eso una y otra vez lo encontramos caminando hacia Belén.

Alegres y con entusiasmo,
confiados y sin miedos,
vamos a Belén
con las disposiciones de María y de José.

Sostenidos por la fe y llenos de esperanza,
amando en el camino de la vida,
vamos a Belén
con las disposiciones de María y de José.

Generosos y solidarios,
compartiendo los dones recibidos con sencillez,
vamos a Belén
con las disposiciones de María y de José.

Con la mente abierta y el corazón dispuesto,
llevando de la mano a aquellos que ya no pueden solos,
vamos a Belén
con las disposiciones de María y de José.

Siguiendo las huellas de Guillermo José,
con el compromiso de seguir “estando en camino”
vamos a Belén
con las disposiciones de María y de José.


                                                                                                   A.T sm

domingo, 11 de diciembre de 2011

“El Espíritu de Dios, que volverá de nuevo a ti por la oración, te hará ver las cosas de un modo totalmente diferente”


La chamifrase de la semana 28

11 de diciembre de 2011

     “El Espíritu de Dios, que volverá de nuevo a ti por la oración, te hará ver las cosas de un  modo totalmente diferente”

(Carta 384 - 18 diciembre 1825. A un religioso marianista).


El Padre Chaminade escribe esta frase en una carta a “un religioso de la Compañía de María”.  Quizás para guardar la intimidad de este hombre en un momento difícil de “tentación” y de profundas dudas de fe y crisis vocacional, es que no ha llegado hasta nosotros su nombre y apellido.  Lo que sabemos es que estaba pasando un momento de crisis “existencial” (diríamos hoy) muy compleja, y le abre el corazón al Fundador. 
Guillermo José, que le contesta con una larga carta en la que no faltan consejos sabios y oportunos, junto con razonamientos realistas y de sentido común.  Fundamenta sus consejos con criterios    de la teología espiritual, y apela a la fe y a la responsabilidad de esta persona.

Es en este punto en el que en distintos momentos de la carta vuelve a insistir.  Hay que confiar en la fuerza de la gracia y la presencia del Espíritu Santo pero no basta quedarse esperando sino pedirla y abrirse a su acción.  Como los discípulos antes de Pentecostés.  Lo habían visto Resucitado, pero estaban todavía encerrados.  No faltaban miedos, sensación de abandono y la duda que se preguntaban ¿Y si todo fue una ilusión?  Pero permanecieron orando, o por lo menos en actitud de oración.  Y el Espíritu Santo les fue regalado y su mirada cambió totalmente.  Del miedo pasaron al coraje del anuncio evangélico, de la sensación de abandono a saber de manera vivencial que el Señor está con nosotros hasta el fin de los tiempos, y de la duda a la confianza que sostiene la vida y la misión.

En momentos de crisis, de dudas, de miedos, de depresión, de desengaños, de fracasos, de angustia y de dolor,… muchas veces llegamos a una falsa convicción: de nada sirve rezar.  ¿Para qué? ¿Si Dios lo podía hacer por qué no lo hizo antes? Ya no hay más que se pueda esperar.  Y no queda más que lugar a la resignación determinista o a la rebeldía angustiosa.

Es en esos momentos en los que más necesitamos abrir nuestro corazón con sencillez al Señor. Presentarnos a Él simplemente con nuestros miedos y dudas, con nuestras crisis y dolores.  Y en silencio, enfocar nuestro corazón hacia Él.  Si permanecemos en oración, abiertos a su Presencia que sana y transforma, el Espíritu de Dios volverá a inundar nuevamente nuestra vida y nos regalará una mirada totalmente nueva de la realidad.  Probablemente no cambie las características de esa realidad que nos hace sufrir, y no haga desaparecer instantáneamente de nuestro interior los miedos, las dudas o las “tentaciones”.  No nos librará por arte de magia del camino arduo que implica transitar un tiempo de crisis en la vida.  Ni siquiera nos revelará inmediatamente por dónde tenemos que seguir. Pero nos “hará ver las cosas de un modo totalmente diferente”.

A Guillermo José no le han faltado momentos críticos en su vida. Por eso cuando escribe a uno  de sus discípulos en crisis, además de todo lo que conviene alertar y aconsejar desde los dinamismos clásicos de la vida espiritual cristiana, escribe desde su propia experiencia de vida. El ha experimentado más de una vez que el Espíritu de Dios, que vuelve de nuevo por la oración, te hace ver las cosas de un modo totalmente diferente.


En medio de las dificultades de la vida,
cuando la crisis hace tambalear el piso de nuestras convicciones personales,
cuando el dolor enceguece nuestra mirada,
cuando los miedos nos encierran en nosotros mismos,
y cuando la duda carcome la confianza básica que nos sostiene:

necesitamos Señor abrirnos a la acción de tu gracia
que nos sana y transforma,
que nos levanta y anima a seguir caminando la vida.

En medio de las dificultades de la vida,
cuando nos sentimos solos e incomprendidos,
cuando la esperanza se diluye y el horizonte se desdibuja,
cuando otra vez caemos en la tentación que creíamos superada,
y cuando las fuerzas parecen que ya se agotan para comenzar una vez más:

necesitamos permanecer en oración a la espera confiada de tu Espíritu
que viene de nuevo a nosotros
y nos “hará ver las cosas de un modo totalmente diferente”.
Amén
                                                                                                                             
 A.T sm

jueves, 8 de diciembre de 2011

“Ella es, hoy como ayer, la Mujer por excelencia, la Mujer prometida por Dios para aplastar la cabeza de la serpiente”


La chamifrase de la semana 27 (especial)

8 de diciembre de 2011
Fiesta de la Inmaculada Concepción de María

Ella es, hoy como ayer, la Mujer por excelencia, la Mujer prometida por Dios para aplastar la cabeza de la serpiente”

(Carta 1163 - 24 agosto 1839. A los predicadores de retiro)


El Padre Chaminade, siguiendo el sentir del pueblo cristiano, tenía una gran devoción por la Inmaculada, mucho antes que la Iglesia la promulgara como dogma de fe.  En realidad lo que despertaba el corazón de Guillermo José era el misterio de fe que expresa esta fiesta de María.
En primer lugar la considera como “la Mujer por excelencia”, siguiendo la identificación de María del Evangelio de Juan.  La Inmaculada Concepción de María nos despierta el deseo de contemplar la belleza de María.  “Hermosa María” la han llamado los Padres de la Iglesia y los poetas espirituales de todos los tiempos.  Y la belleza de María está en la Presencia de Luz divina que la habita en plenitud.  “Hermosa María” le dice el ángel cuando la saluda diciendo “llena de gracia”.  “Hermosa María” le dicen desde los inicios los cristianos de Oriente cuando la proclaman la “Toda Santa”. Contemplar la belleza de María es una puerta para renovar nuestra confianza en la humanidad que también acoge la presencia de Luz de un Dios que decidió encarnarse.  María es signo de esta nueva humanidad que está llamada a crecer y plenificarse.  Por eso el Padre Chaminade, continua esta frase exclamando: “Ella es la esperanza, la alegría, la vida de la Iglesia y el terror del infierno”.
En segundo lugar, siguiendo la interpretación alegórica del texto del libro del Génesis, Guillermo José, identifica a María con la mujer que “aplastará la cabeza de la serpiente”. Y lo vive con una pasión interior durante toda su vida.  Convencido del papel de María asociada al misterio de la salvación y de su misión actual, no duda en afirmar: “A ella le está reservada en nuestros días la gran victoria. A ella le pertenece la gloria de salvar la fe del naufragio de que está amenazada hoy entre nosotros”.  Ya en su difícil ancianidad nuestro Fundador se hacía acompañar por un novicio hasta la imagen de la Inmaculada en el fondo del jardín y repetía con fe del corazón: "Ella te ha aplastado la cabeza y te la aplastará siempre". Para Chaminade la Inmaculada es también nuestro llamado a la misión: “Seamos en nuestra humildad el talón de la mujer”.
En el espíritu de  nuestro Padre y Fundador renovamos nuestro ardor apostólico y nuestro compromiso con María, estando con Ella en el mundo, ayudando a que en medio de las sombras Jesús otra vez pueda ser dado a Luz.  Y cuando llegue la oscuridad, cuando todo parece que se derrumba o se puede acabar, abramos nuestro corazón y con amor filial digamos: “Hermosa María” y contemplemos en Ella la Presencia luminosa de Dios que también nos habita a cada uno de nosotros.

Te alabamos y te bendecimos Señor
porque en María Inmaculada
nos manifestás tu decisión de habitar en nuestra humanidad.
Te alabamos y te bendecimos Señor
porque contemplando en María la claridad de tu Luz,
nos ayudás a descubrir tu Presencia que nos habita.

Te alabamos y te bendecimos Señor
porque a través de nuestro Padre y Fundador
nos llamás a vivir de la fe dejándonos transformar por tu Espíritu,
y así renovados en la esperanza y llenos de pasión apostólica,
asumamos nuestra vocación marianista personal y comunitariamente
siendo hoy “en nuestra humildad el talón de la mujer”
Amén

A.T sm

domingo, 4 de diciembre de 2011

“Si estamos unidos, seremos fuertes”


La chamifrase de la semana 26

4 de diciembre de 2011

“Si estamos unidos, seremos fuertes”  

(Carta 686 – 6 de mayo 1833. Al P. Lalanne)

La unidad de la Familia Marianista fue una preocupación constante en la vida del Padre Chaminade, a tal punto de convertirse casi en una obsesión.  La unidad como signo de una vocación y misión compartida, que habla por sí misma y que es el primer testimonio que estamos llamados a dar. Sin unión se pueden hacer muchas cosas por iniciativas personales y levantar muchas obras pero difícilmente puedan sostenerse en el tiempo, y de ninguna manera pueden ser instrumento para manifestar la Buena Noticia del Evangelio de Jesús. Más allá del necesario aporte de cada miembro de la Familia, la fuerza solo podemos encontrarla cuando estamos unidos en la fe y por lazos auténticos de amor fraterno, y cuando esa unión se fundamente en Jesús y en María.

Esta frase, una entre las tantas que encontramos en las cartas de Guillermo José como llamados a la unidad, no pasa por alto la naturaleza conflictiva de las relaciones humanas, sino que justamente tomando conciencia de ella es que surge esta repetida invitación a la unidad.

La debilidad de sus seguidores se manifiesta en las múltiples dificultades para resolver los conflictos que aparecen entre ellos.  Negarlos no es buena solución para la paz futura.  Y para hacerse cargo de ellos hace falta una actitud que ayude a mirar más allá y esto es lo quiere aportar el Padre Chaminade dando razón de sus permanentes llamados a la unidad.

Si estamos unidos en la fe, seremos fuertes en nuestra impronta “multiplicadora de cristianos”.
Si estamos unidos en la caridad fraterna, seremos fuertes en nuestro testimonio comunitario, mostrando al mundo que es posible vivir hoy como los primeros seguidores de Jesús.
Si estamos unidos en la misión, seremos fuertes en nuestra proyección evangelizadora y transformadora de la sociedad.
Si estamos unidos en Jesús, seremos fuertes y nada ni nadie podrán separarnos jamás de su amor.
Si estamos unidos en María, seremos fuertes y fieles a la Alianza misionera que hemos hecho con Ella.

Si estamos unidos, seremos fuertes.  La invitación de nuestro Padre y Fundador es también un llamado para nosotros, un desafío a nuestras miradas a veces un poco personalista y excluyente, y una motivación profunda que nos anima al compromiso y a la construcción de una Familia en la que lleguemos a vivir con “un solo corazón y una sola alma”.

Padre Bueno
regálanos la experiencia profunda de reconocernos hijos tuyos
que nos permita reconocernos como hermanos entre nosotros.
Jesús,
regálanos un corazón grande y la disposición interior
para que “seamos uno” sostenidos en tu Presencia,
Espíritu Santo,
regálanos el don de la unidad
para que podamos vivir con “un solo corazón y una sola alma”.
María,
nos invitaste especialmente a formar parte de tu Familia,
ayúdanos a vivir con alegría este don que nos has regado.
Beato Guillermo José.
alcánzanos la gracia de buscar la fortaleza en la unidad,
para que así podamos ser fieles a nuestra común vocación marianista.
Amén.

                                                                                     A.T. sm